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Probamos el Peugeot 508 SW

El nuevo 508 SW es un coche importante para Peugeot, pues en Europa seis de cada diez berlinas del segmento D vendidas tienen carrocería familiar. En España la proporción es bien distinta, pues somos más de sedán clásico que de coche tipo ranchera, aunque si hablamos del nuevo 508 lo que haya pasado hasta ahora sirve menos de referencia porque la firma francesa ha reinterpretado este tipo de modelos para buscar solución al descenso de ventas en el mercado de las berlinas medias, y ni el 508 normal lanzado hace dos meses es un sedán al uso (tiene una carrocería de estilo coupé, carece de marco en las puertas y apuesta por el portón trasero de gran tamaño) ni el nuevo 508 SW, que acabamos de conducir en carreteras portuguesas, es un familiar destinado exclusivamente a quienes buscan funcionalidad.

Porque, por ejemplo, prescinde también del marco en las ventanillas laterales, solución propia de los modelos tipo coupé y que le aleja del segmento ranchera para incluirle en el universo de los Shooting Brake, coches a caballo entre la deportividad y la practicidad. La carrocería es cuatro centímetros más larga que la del 508 normal, y aún así sus 4,79 metros de longitud le convierten en uno de los vehículos más compactos en su clase, lo que puede venir bien en tráfico urbano o al buscar aparcamiento. Y se mantiene su moderada altura, 1,42 metros, de modo que el perfil es afilado y aerodinámico, y es posible que eso atraiga nueva clientela.

Buena capacidad de maletero

Además, no se trata sólo de imagen. El maletero tiene 530 litros de capacidad con las cinco plazas en uso, hay un poco más de profundidad hasta el respaldo posterior que en el sedán y la cota de altura hasta la bandeja es de medio metro exacto, de forma que el equipaje de una familia cabrá bien. Aunque si sólo pensamos en capacidad de transporte, siempre será más lógico un 308 SW, con el que además de ahorrar dinero disfrutamos de un maletero básico de 610 litros.

Volviendo al 508 SW, si abatimos la segunda fila la capacidad de carga aumenta hasta los 1.780 litros, que está muy bien, y las ventajas de la nueva carrocería van más allá. De hecho, es en las plazas posteriores donde encontramos la mayor sorpresa en comparación con el 508 de carrocería sedán-coupé, pues si en este último la habitabilidad en la segunda fila es su punto débil, especialmente por altura al techo (a partir de 1,85 de estatura, rozaremos), aquí la cota es netamente superior (unos 9 centímetros, que es un mundo) y el montante trasero no resta visión lateral a los pasajeros, cosa que sí sucede con la carrocería normal. Es decir, que si realizásemos una encuesta entre ocupantes de la segunda fila en un 508 y en un 508 SW, el segundo sería elegido por la mayoría… o por todos. No obstante, las cotas de anchura y longitud en esa segunda fila no varían, y siguen quedándose sólo en correctas, aunque el pequeño volumen del túnel central posterior permite viajar con suficiente confort si no somos de piernas largas.

Delante, el panorama es tan bueno como en el 508 sedán, y viene marcado en el caso del conductor por el puesto i-Cockpit, que al que esto escribe convence plenamente por su combinación de volante pequeño, instrumentación sobreelevada configurable (es digital, con varios diseños a elegir mediante un mando) y pantalla táctil central de 10 pulgadas, dotada de botones de acceso rápido en su parte inferior. Los asientos son muy buenos en el acabado GT Line probado, y tenemos sensación de control desde el minuto uno.

En marcha, un comportamiento estupendo

Para nuestra primera toma de contacto con el 508 SW elegimos el motor de gasolina PureTech 180, unido exclusivamente al cambio EAT8. Por encima está la variante de 225 caballos, que también es un 1.6 y también se liga únicamente al cambio automático de ocho marchas con levas en el volante, mientras que los amantes del diésel tienen tres alternativas para elegir: los BlueHDi 2.0 con 160 y 180 CV, en ambos casos con caja EAT8, y el BlueHDi 1.5 de 130 CV, único en el que podremos escoger entre la transmisión manual, de seis marchas, y la citada EAT8. Y aunque los diésel aportan una economía de consumo encomiable y mucho agrado, el PureTech 180 conducido en los alrededores de Lisboa nos ha convencido plenamente, pues no anda mucho menos que su hermano de gasolina a pesar de los 45 caballos de diferencia, es también sumamente agradable e incluso deportivo, y mantiene el consumo en valores más que razonables mientras viajemos a velocidades legales. Y si se trata de avivar el ritmo, hay reserva de potencia más que sobrada para solventar adelantamientos con seguridad o afrontar tramos de montaña disfrutando dela carretera.

A eso ayuda un comportamiento estupendo, que no varía respecto al del 508 normal pues apenas hay diferencia de peso ni de dimensiones. Esa actitud noble y segura, pero también divertida, viene marcada por una buena frenada, los anchos neumáticos con magnífico agarre en curva, una estabilidad de alto nivel sea cual sea el modo de conducción elegido (Sport, Normal, Eco…) y una dirección precisa, aunque diremos lo mismo que ya sugerimos al probar el 508 sedán: hay más de tres vueltas de volante entre topes, pero con media vuelta menos iría de cine porque obligaría a manotear menos en vías serpenteantes o en ciudad.

En cuanto al precio del 508 SW, nada se sabe todavía porque la comercialización en nuestro país se ha retrasado de enero hasta marzo (Peugeot dará prioridad a los países donde tienen más demanda los modelos familiares), aunque si rondase los 1.000 euros (es una hipótesis nuestra), sería como para pensarlo, pues las plazas posteriores son claramente mejores y estamos hablando de un familiar.