El verano siempre deja huella. Para muchos, es sinónimo de descanso, viajes en carretera interminables, escapadas a la playa y rutas de montaña. Sin embargo, todo ese movimiento y las altas temperaturas propias de la temporada también pasan factura a nuestros vehículos. El calor extremo, los trayectos largos, el uso intensivo del aire acondicionado y la exposición constante al sol generan un desgaste silencioso que, si no se controla a tiempo, puede transformarse en una avería costosa de hasta 5.000 euros.
Con la vuelta a la rutina, septiembre se convierte en un momento clave para poner el coche a punto. Una revisión básica puede marcar la diferencia entre circular con seguridad o quedarse tirado en el arcén. Desde la cadena Midas, especialistas en el cuidado del automovilista, lo tienen claro: tras las vacaciones no basta con guardar la sombrilla, también hay que mimar al vehículo para que afronte sin problemas el resto del año.
2Los frenos, sometidos a una presión invisible

El triángulo de seguridad de cualquier vehículo lo conforman neumáticos, frenos y amortiguadores. En verano, los frenos sufren más de lo habitual: los discos no solo soportan el calor generado al frenar, sino también las altas temperaturas del ambiente. Como resultado, pastillas y discos pueden perder capacidad de fricción.
Además, los latiguillos del líquido de frenos también se deterioran con las temperaturas extremas, lo que puede generar averías. Una revisión de estos componentes es esencial antes de retomar la conducción urbana diaria. Un fallo en los frenos no solo implica riesgo de accidente, también un gasto elevado en reparaciones que podría haberse evitado con un chequeo a tiempo.