El verano siempre deja huella. Para muchos, es sinónimo de descanso, viajes en carretera interminables, escapadas a la playa y rutas de montaña. Sin embargo, todo ese movimiento y las altas temperaturas propias de la temporada también pasan factura a nuestros vehículos. El calor extremo, los trayectos largos, el uso intensivo del aire acondicionado y la exposición constante al sol generan un desgaste silencioso que, si no se controla a tiempo, puede transformarse en una avería costosa de hasta 5.000 euros.
Con la vuelta a la rutina, septiembre se convierte en un momento clave para poner el coche a punto. Una revisión básica puede marcar la diferencia entre circular con seguridad o quedarse tirado en el arcén. Desde la cadena Midas, especialistas en el cuidado del automovilista, lo tienen claro: tras las vacaciones no basta con guardar la sombrilla, también hay que mimar al vehículo para que afronte sin problemas el resto del año.
1El motor: el corazón que más averías sufre con el calor

Durante los meses de verano, el motor trabaja bajo condiciones especialmente exigentes. No solo se enfrenta al calor exterior, sino también al esfuerzo extra derivado de los atascos, los trayectos en carretera a altas velocidades o las cuestas en rutas de montaña. En estas situaciones, el sistema de refrigeración se convierte en el gran aliado para mantener la temperatura a raya.
Por ello, al volver de vacaciones resulta esencial revisar el nivel y estado del líquido refrigerante, además de comprobar manguitos y radiador. Según los expertos, los refrigerantes con glicol deben cambiarse cada 2 años o 40.000 kilómetros, mientras que los orgánicos pueden alargarse hasta 5 años u 80.000 kilómetros. Descuidar este aspecto puede provocar un sobrecalentamiento grave y, en consecuencia, una avería de varios miles de euros.