El Panda Raid de hace dos años nos dejó tan buen sabor de boca que ya entonces, según cogíamos el barco de vuelta a la peninsula, nos planteamos volver… pero en un Panda 4×4. Nos habíamos divertido e incluso habíamos disfrutado en cada situación límite por el hecho de superar obstáculos a priori insalvables con un vehículo de tracción delantera construido para cualquier cosa menos para cruzar el desierto. Pero lo logramos, todos nos dejamos la piel sacando nuestro coche, el de nuestros compañeros de equipo y a muchos más, de todas las trampas de arena y barro que nos pusieron por delante. Y llegamos con el coche entero de vuelta a Madrid. Habíamos vivido la aventura en estado puro, como tiene que ser. Pero este año tocaba otra cosa. Tocaba tirar de palanca y engranar la tracción total cuando las cosas se complicaran, tocaba no avanzar en medio de la nada con la incertidumbre de qué nos íbamos a encontrar y cuánta vida del embrague nos íbamos a dejar en cada paso complicado, tan habituales en el Panda Raid como las piedras de Marruecos. Porque insisto, el Panda Raid no es un paseo turístico, ni una excursión de amiguetes, ni una ruta dura de todoterreno. Es mucho más que eso. Y este año a la organización le tocaba endurecer las cosas aún más dado el elevado número de 4×4 inscritos (83 de 199), de forma que viendo las situaciones que se presentaban, mi compañero Javier y yo nos hemos felicitado por la adquisición en muchas ocasiones.
Además de la tracción total, lo mejor de nuestro coche este año era el motor, un propulsor original con carburación y 50 caballos de potencia con una magnífica puesta a punto que nos permitía circular a 30 km/h en 3ª y a 40 km/h en 4ª con una elasticidad encomiable y una velocidad máxima llaneando en 5ª de 120 km/h. Esta punta asumible sin que corriera ningún riesgo el motor, nos ayudaría a llevar de mejor humor los largos viajes de ida y vuelta y las etapas de enlace por carretera.
Una de las ediciones más duras
Según voces autorizadas, la octava edición del Panda Raid ha sido una de las más duras, por no decir la que más. Pero tengo que decir que en esta edición he visto claramente dos raids bien distintos, como si entre los 199 participantes hubiera jugadores de dos ligas diferentes. Por un lado los que piensan que van al Dakar y no dudan en preparar el coche hasta límites insospechados. Porque hemos visto participantes que llevaban motor Abarth con cerca de 100 caballos de potencia, Panditas tuneados incluso con suspensiones regulables en altura y dureza o inscritos con vehículos en cuya preparación habían invertido más de 20.000 euros, sin exagerar. Frente a este grupo compuesto casi en su mayoría por mecánicos entusiastas pero un poco fuera de registro por la filosofía del Raid, encontramos a los que de verdad cubren los 3.500 kilómetros casi con una mano delante y otra detrás. Aunque en algunos casos tan desprovistos de repuestos que les llevaba a pedir constantemente a sus compañeros las herramientas o accesorios más fundamentales como una bomba de aire, un manómetro de medir la presión de las ruedas, un trozo de cinta americana o un simple destornillador.
Como siempre, entre este grupo de participantes fieles a la filosofía inicial del Raid y además de esos equipos con presupuestos bajo cero, había coches con cubrecarter y poco más, inscritos deseosos de avanzar entre rocas a toda pastilla sin temor a romper el coche pero que más tarde encontrábamos parados en la cuneta cambiando una rueda… o un palier, andaluces capaces de crecerse ante la adversidad a ritmo de soleares, vascos con chapela a modo de casco que repetían por tercera o cuarta vez, un padre con su hijo saliendo desde Madrid enfundados en relucientes monos de competición, hasta 34 participantes femeninas que sin formar un solo equipo exclusivamente de chicas, consiguieron proporcionar un poco de sensatez a sus compañeros de volante en las situaciones más comprometidas, muchos kilos de jamón de Jabugo envasado al vacío… y muchísimo compañerismo, como siempre.
Tengo que reconocer que en el Panda Raid se pasa básicamente mal. Mal porque no dejas de pasar frío o calor, tragar polvo en grandes cantidades y en el sentido literal de la palabra, dejarte los riñones en los miles de saltos de los miles de hoyos del camino, montar y desmontar la tienda de campaña cada día, morirte del susto cada vez que al coche le sale un ruidito nuevo, comer de aquella manera o ir al servicio de aquella otra… Sin embargo yo, como seguramente el 80 por ciento de los participantes, nos volveríamos a ir la semana que viene a otro Panda Raid sin pensarlo dos veces.
Son muchas las razones, pero algunas pesan más que el resto. Como que el cielo estrellado del desierto, más espectacular que ninguno de los que hayas visto, te deja sin respiración y con ganas de no bajar la vista y no dormir, porque la cura de humildad a la que te sometes te hace mucho bien de vuelta a la civilización, porque ver la puesta de sol o el amanecer desde lo alto de las dunas tiene magia, porque algunos paisajes inhóspitos lejos de las rutas turísticas y a muchos kilómetros del poblado más cercano no se te olvidan nunca, porque allí pasándolas canutas te sientes un poco héroe y muchas veces se agradece, como se agradece hacer nuevos amigos, amigos dispuestos a dejarlo todo y ayudar sin esperar nada a cambio. Es la magia del Panda Raid, es la magia de unos coches capaces de todo, es la magia de Marruecos en estado puro.
Del frío al calor y del calor al frío. De -70 a 45,50
La segunda etapa comienza cerca de Azrou, en el alto Atlas donde el campamento ha pasado la noche a -70 centígrados con una helada de campeonato. Pero ese mismo día la etapa acaba cerca de Erfoud, junto a la gran duna de Erg Chebbi, una zona de mucha menor altitud en el sur de Marruecos donde la temperatura sube por el día hasta los 28 grados. Más al sur, cerca de Zagora, el termómetro de un coche de la organización mide 45,50 centígrados a mediodía en un cañón cerrado en el que para colmo los participantes se encuentran con un oued de arena difícil de superar. Aunque las noches siempre son frescas. El Raid pasa por lugares bellísimos que quedan grabados en la retina para siempre. Y uno nunca olvida que llegó hasta allí con un Pandita…
Los mecanicos. 'Milagros' a precio 'low cost'
La organización del Panda Raid contrata una buena cuadrilla de mecánicos locales que se encargan de revivir cada noche en el campamento a los Panda o Marbella que han quedado heridos durante el recorrido. Está muy bien organizado porque los repuestos que no se llevan en el coche o no lleva ningún compañero se compran en el camión de asistencia y los mecánicos se encargan del resto. Pero a veces no hay repuestos y estos buscavidas capaces de arreglar casi cualquier cosa con un destornillador, alambre, cinta americana y una cincha, pueden hacer un milagro con tu coche a cambio de unos pocos dirhams. Cambiar un motor completo por 100 euros, un alternador por 10 euros, correa de distribución por 30 euros, las suspensiones delanteras por 40 euros… Claro que también puede hacérselo uno mismo, siempre que sepa lo que hace.
El equipo The Panders. Casi 3.500 km juntos
Lo bueno de participar en equipo y decidir que íbamos todos juntos hasta el final, es que si uno de los integrantes tiene un problema, los otros se esperan y le ayudan. Intentan arreglarlo si es una avería mecánica, le empujan, le sacan de la arena o le remolcan. Lo menos bueno de participar en equipo y decidir que íbamos juntos hasta la meta es que los problemas de uno afectan a todos por igual.
En nuestro caso dos de los coches tuvieron averías mecánicas, en uno de los casos bastante graves, y el equipo lo asumió sin dudarlo ni un momento. El tiempo perdido en esas detenciones nos hizo perder el ritmo de la caravana e incluso no llegar a uno o dos tramos cerrados por seguridad antes de que cayera el sol. Sin embargo los tres coches cubrimos casi la totalidad del Raid y no nos importó quedar relegados a la cola de la clasificación. Es el espíritu de esta prueba y estamos orgullosos de haber hecho piña hasta el final. Eso sí, sin el apoyo de Airbiotic Nutrición, INV, PatxiEtxea, BP, RACE, Wellow Cab, Metal Lube y Centímetros Cúbicos, nada habría sido igual.