En las carreteras españolas, hay dispositivos que nunca descansan. Los radares de la DGT vigilan día y noche, multan sin pestañear y generan sentimientos encontrados entre los conductores. Para unos, son imprescindibles para la seguridad vial; para otros, solo una trampa recaudatoria.
Desde 2018, el vandalismo contra los radares se ha disparado. Hasta hoy, se han registrado 290 sabotajes intencionados, cifra que representa un aumento del 62,5 % en apenas siete años. La DGT intenta mantenerse firme en su cruzada contra el exceso de velocidad, pero algunos de sus radares han terminado, literalmente, fuera de servicio.
2Radares de la DGT con historial de guerra

En esta guerra entre conductores cabreados y radares inmóviles, algunos dispositivos parecen haber estado en el frente de batalla más de lo debido. Las cámaras de tráfico situadas en la N-320 (Guadalajara) y la RM-602 (Murcia) lideran el ranking con 9 sabotajes cada una. Son como las villanas más famosas de la película.
Les siguen otros radares ubicados en Denia (Alicante), Ciudad Real y varias localidades de Valencia, como Bétera y Ontinyent; estos últimos, con seis y siete ataques. En todos estos casos, los dispositivos de la Dirección General de Tráfico (DGT) han tenido que ser reparados o sustituidos, con el coste que ello implica.