En las carreteras españolas, hay dispositivos que nunca descansan. Los radares de la DGT vigilan día y noche, multan sin pestañear y generan sentimientos encontrados entre los conductores. Para unos, son imprescindibles para la seguridad vial; para otros, solo una trampa recaudatoria.
Desde 2018, el vandalismo contra los radares se ha disparado. Hasta hoy, se han registrado 290 sabotajes intencionados, cifra que representa un aumento del 62,5 % en apenas siete años. La DGT intenta mantenerse firme en su cruzada contra el exceso de velocidad, pero algunos de sus radares han terminado, literalmente, fuera de servicio.
1El vandalismo, en auge

Lo que empezó como una rareza se ha convertido en una constante. En 2018, se reportaron 32 ataques a radares. Siete años después, la cifra subió a 52: casi un radar atacado por semana. Los datos han ido fluctuando, pero siempre al alza, con picos en 2021 (43 casos) y 2022 (55).
¿Qué lleva a alguien a sabotear un radar? Las razones pueden ir desde el hartazgo por multas reiteradas hasta actos de protesta más organizados. Los que más los sufren son los dispositivos con localización fija y conocida: radares que no se esconden en coches camuflados ni cambian de sitio, sino que están ahí todos los días, esperando pacientes al infractor.