La llegada de nuevos vehículos siempre genera expectación. Más aún, cuando se trata de la Guardia Civil, que pasa miles de horas patrullando las carreteras. La moto no es solo su herramienta de trabajo, es casi una extensión del cuerpo de los agentes: con ella recorren kilómetros, acompañan grandes eventos y responden a emergencias en segundos. Por eso, cada cambio en el parque móvil se analiza con lupa.
La última decisión de probar nuevas motocicletas ha levantado polémica dentro de la Agrupación de Tráfico. Los agentes, que se juegan la vida sobre el asfalto, han lanzado un mensaje claro: las nuevas motos no les convencen, y avisan de además posibles problemas al conducirlas. Una advertencia que pone en el centro de debate la seguridad y operatividad de este cuerpo clave.
4Un cuerpo que no se siente escuchado

La Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) ha sido clara en sus declaraciones: los agentes están acostumbrados a BMW y no entienden por qué se quieren sustituir por un modelo que en el pasado ya no convenció. Lo que más preocupa no es solo la moto, sino la sensación de que la opinión de los agentes motoristas, que se juegan la vida, no pesa lo suficiente en la toma de decisiones.
La reivindicación va más allá de un simple cambio de vehículo. La Agrupación de Tráfico ya es uno de los destinos menos solicitados dentro de la Guardia Civil, por la dureza de las condiciones laborales y la alta exposición al riesgo. Si además se percibe que las decisiones sobre equipamiento no se toman pensando en la seguridad, el descontento solo puede crecer.