El reconocido economista, habitual en tertulias y medios de comunicación por sus análisis directos y sin rodeos, ha generado una auténtica tormenta en redes sociales al cuestionar la fórmula que se aplica actualmente. En sus palabras, el modelo vigente es “café para todos”, y lo considera profundamente injusto porque obliga a contribuir tanto a los que usan las autovías a diario como a aquellos que apenas pisan una carretera interurbana.
Su planteamiento rompe con la tradición española, donde el mantenimiento de la mayor parte de la red viaria se financia desde los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, todos pagamos, circulemos mucho, poco o nada. Niño Becerra propone un cambio radical: que cada persona o empresa pague en función del uso real que haga de las infraestructuras y, además, teniendo en cuenta el peso de los vehículos que circulan. Para él, solo así se conseguiría justicia contributiva y se pondría fin a un modelo que no distingue entre usuarios intensivos y ciudadanos que ni siquiera conducen.
5¿Justicia o desigualdad rural?

Las reacciones a la propuesta no se han hecho esperar. Muchos ciudadanos aplauden la lógica de pagar en función del uso, pero otros advierten de consecuencias negativas. Asociaciones de conductores como el RACE recuerdan que imponer más tasas puede desviar tráfico a carreteras secundarias, más peligrosas y menos preparadas para absorber grandes volúmenes. Eso, a la larga, aumentaría los accidentes graves.
Además, está la cuestión territorial. En ciudades con buena red de transporte público, pagar por el uso de las autovías puede parecer razonable. Pero en zonas rurales, donde el coche es imprescindible incluso para ir al médico o al colegio, una tasa por kilómetro recorrido puede ser un castigo añadido. Para estas poblaciones, el coche no es un lujo, sino una necesidad vital. Ahí surge la gran pregunta: ¿cómo equilibrar la justicia contributiva que defiende Niño Becerra con la cohesión territorial que necesita un país tan diverso como España?