En el mundo de las dos ruedas, uno de los errores más habituales es tratar por igual a un motero y a un motorista. A simple vista, pueden parecer lo mismo: ambos van sobre una moto, llevan casco y circulan entre el tráfico. Pero no. La diferencia entre uno y otro es tan grande que hasta la Real Academia Española (RAE) se ha pronunciado al respecto.
No es solo cuestión de vocabulario, sino de alma, de actitud, de forma de ver la vida. Hay quienes ven la moto solo como una herramienta, y otros que la sienten como una prolongación de su cuerpo. De su identidad. De su manera de estar en el mundo. Ahí es donde nace la diferencia entre motorista y motero.
4Corazón, alma y gasolina: un estilo de vida

La cultura motera tiene sus propios códigos. Concentraciones, viajes sin destino, charlas en áreas de servicio, saludos, tatuajes, parches… Todo forma parte de una subcultura que trasciende lo mecánico y se vuelve casi espiritual. No es un hobby, es un estilo de vida. Lo que cuenta no es el modelo de moto, sino la pasión que se lleva dentro.
Y esa cultura se transmite. De generación en generación. De ruta en ruta. Es algo que se respira en los garajes, en los talleres, en las curvas de montaña. Por eso muchos moteros se molestan tanto si les llaman ‘motoristas’. Porque reducen a una función algo que es, en realidad, una forma de ser, una identidad.