La exclusiva división Mercedes-AMG tienen su razón de ser, pues hay un público que demanda berlinas de altas prestaciones, además de deportivos coupés capaces de acelerarte el pulso en cuestión de segundos. Si bien, a nivel particular yo erradicaría de su oferta los Mercedes-AMG G63 y G65, pues semejante todoterreno, con más de treinta años a sus espaldas, no veo lógico dotarlos de propulsores V8 y V12 Biturbo con 544 y 612 CV de potencia respectivamente, los cuales tienen unos precios de 159.750 y 306.425 euros. Aunque también puedo llegar a entender que en algunos mercados, pueden tener «sentido».
Con 503 CV
Ahora bien, la última creación de Mercedes-AMG aún la veo más disparatada que los mencionados Clase G, aunque es seguro que va a causar furor entre un colectivo con pocas alegrías en lo que a prestaciones se refiere, el de los transportistas. Y es que lo último de Mercedes-AMG es este singular Sprinter 63 S, una versión de este vehículo comercial que esconde bajo su capó delantero el mismo propulsor de los exclusivos Mercedes-AMG GT. Hablamos de un motor 4.0 V8 Biturbo que en este caso ofrece una potencia de 503 CV y no los 510 CV que proporciona en el mencionado AMG GT, ni en los nuevos Mercedes-AMG C 63 S.
Indiferentemente de si ofrece 503 ó 510 CV, está más que claro que las prestaciones de este exclusivo Mercedes-AMG Sprinter 63 S serán sorprendentes, y aunque no se han hecho oficiales, se habla de una aceleración de 0 a 100 km/h que podría rondar los 5,5 segundos. También será digno de alabanza el sonido que emergerá por sus cuatro salidas de escape, inspiradas en la de los nuevos productos de la marca alemana. También llaman la atención los nuevos paragolpes deportivos, las llantas AMG, los discos de freno perforados…
Presentado el día de los inocentes
El «problema» es que este Mercedes-AMG Sprinter 63 S se ha presentado el dia de «April Fool's», lo que para nosotros equivale al «día de los inocentes», precisamente en lo que al final se va a quedar esta exclusiva creación de Mercedes-AMG.
¡Suerte que todavía nos queda Brabus!