Vivimos inundados de tutoriales y consejos en redes sociales, donde cualquiera con un móvil parece tener la verdad absoluta, como que el líquido de frenos solo hay que cambiarlo si está en malas condiciones. Pero un mecánico con años de experiencia ha lanzado una advertencia que deberíamos tomarnos muy en serio. Y es que, cuando se trata de seguridad, los experimentos y los «consejos de cuñado» pueden salir muy, muy caros.
La importancia del líquido de frenos

El sistema de frenos de un coche se puede comparar a las tuberías de agua de una casa, pero en lugar de agua, se utiliza un líquido especial, y en lugar de suministrar líquido su objetivo es cumplir con otra misión. Cuando pisas el pedal del freno, en realidad estás empujando un pistón dentro de una bomba. Este movimiento ejerce presión sobre el líquido.
Por tanto, el líquido de frenos es el mensajero que lleva la orden de frenar desde tu pie hasta las ruedas. Y si este mensajero no está en condiciones óptimas, el mensaje no llega con la claridad y la fuerza necesarias, y la frenada no será ni segura ni eficaz.
Esto lleva a un punto clave que muchos «expertos» de internet parecen ignorar o minimizar. La principal característica y, a la vez, el mayor problema del líquido de frenos es que es higroscópico, tiene una enorme capacidad para absorber la humedad del ambiente. Aunque el circuito de frenos es estanco, no es 100% hermético. Con el tiempo, a través de los poros de los latiguillos y del propio depósito, el líquido va capturando partículas de agua.
Si el líquido de frenos tiene agua, a simple vista no parece que pase nada. El nivel en el depósito puede ser correcto y hasta puede que el color no haya cambiado, pero el problema es grave y se manifiesta en el peor momento posible. El agua tiene un punto de ebullición de 100 grados Centígrados, mientras que un líquido de frenos nuevo puede tener un punto de ebullición superior a los 200.
Cuando frenamos de forma intensa y prolongada, por ejemplo, al bajar un puerto de montaña, la fricción de las pastillas contra el disco genera una cantidad inmensa de calor. Este calor se transmite a todo el sistema, incluido el líquido. Si el líquido contiene agua, esta se convertirá en vapor al alcanzar los 100 grados. Y a diferencia de los líquidos, el gas sí se puede comprimir.
Si se forman burbujas de vapor en el circuito, cuando pises el freno parte de la fuerza de tu pie se «perderá» en comprimir esas burbujas, en lugar de empujar las pastillas. El resultado es un pedal que se hunde, se vuelve esponjoso y pierde toda su eficacia. Es el efecto fading, y significa que te has quedado, en la práctica, sin frenos.
La regla que no admite «consejos»

Cualquier mecánico profesional te dirá sin dudarlo que el líquido de frenos se cambia por tiempo, no por kilómetros. Esta es una de las equivocaciones más extendidas y peligrosas. Puedes tener un coche que apenas usas unos pocos kilómetros, pero si han pasado dos o tres años desde el último cambio, es muy probable que el líquido esté contaminado por la humedad y haya perdido sus propiedades.
La recomendación general de los fabricantes de vehículos y de líquidos de freno es sustituirlo por completo cada dos años. No vale con rellenar el nivel si baja un poco. Rellenar es solo un parche temporal que no soluciona el problema de la humedad y, además, puede enmascarar una posible fuga en el sistema, lo cual es igual de peligroso. Si el nivel baja, hay que llevar el coche al taller para que revisen dónde está la pérdida.
Ignorar este plazo de dos años es jugar a la ruleta rusa. Como indican los expertos, es una operación de mantenimiento relativamente económica que garantiza el correcto funcionamiento del elemento de seguridad más importante de tu vehículo. Los consejos que ves en internet tipo «aguántalo un poco más» o «si tiene buen color, está bien» son una temeridad.
La importancia de un purgado profesional

Cambiar el líquido de frenos no consiste solo en vaciar el depósito y rellenarlo con líquido nuevo. Es imprescindible purgar el circuito, extraer todo el líquido viejo y contaminado desde la bomba de freno hasta la última pinza de cada rueda, asegurándose de que no quede ni una sola burbuja de aire o de vapor en el interior.
Un purgado mal hecho es casi tan peligroso como no cambiar el líquido. Si queda aire en el sistema, experimentarás los mismos síntomas que con el vapor de agua: un pedal esponjoso y una frenada deficiente. Se trata de una operación que requiere conocimientos técnicos, herramientas específicas y, a menudo, la ayuda de una segunda persona o de una máquina de purgado a presión.
Confiar esta tarea a un profesional es una inversión en tu seguridad y en la de los demás. Un mecánico cualificado no solo cambiará el líquido, sino que también realizará una inspección visual del resto de componentes del sistema de frenos (discos, pastillas, latiguillos) para asegurarse de que todo está en orden.En definitiva, haz caso a los que saben de verdad. El mantenimiento del sistema de frenos es demasiado serio como para dejarlo en manos de aficionados o de consejos anónimos de internet.