A lo largo de la historia del automóvil, algunos vehículos han trascendido su función original para convertirse en verdaderas obras de arte. En 1970, un Cadillac se convirtió en protagonista de una historia insólita y creativa: fue transformado en una escultura móvil al ser completamente recubierto con un material inesperado y cotidiano: cemento que habitualmente cubre los suelos de nuestros hogares.
Este proyecto no solo llamó la atención por su excentricidad estética, sino por el debate que generó entre los límites del arte, la cultura automovilística y la función práctica de un coche. A día de hoy, sigue siendo un símbolo de cómo el arte puede surgir de los lugares más inesperados, fusionando lo doméstico con lo industrial de manera radical.
3Desafíos técnicos de la transformación

La creación de este Cadillac recubierto de cemento no fue un trabajo sencillo. El coche, por su tamaño y formas curvas, planteaba un auténtico reto a la hora de aplicar un material pensado para superficies planas. Cada curva, moldura o saliente suponía un ajuste minucioso del tejido para lograr un acabado uniforme.
Además, hubo que considerar aspectos prácticos como la resistencia al agua, el mantenimiento y la durabilidad del material en exteriores. A pesar de tratarse de una obra artística, el vehículo seguía siendo funcional, lo que exigía soluciones ingeniosas para proteger el cemento del desgaste, las inclemencias del tiempo y la suciedad de la carretera.