La Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil lleva más de seis décadas patrullando las carreteras españolas a lomos de diferentes modelos de moto. En ese tiempo han pasado por sus filas máquinas alemanas, japonesas y también españolas, cada una con sus ventajas y sus puntos débiles. Estas motos han sido protagonistas silenciosas de escoltas oficiales, persecuciones en autopistas, controles de alcoholemia, operaciones especiales en festivos o patrullas diarias en carreteras secundarias.
Pero lo que puede parecer una simple elección de marca o cilindrada es, en realidad, una cuestión de seguridad vial y eficiencia. No todas las motos han estado a la altura: algunas se ganaron la fama de indestructibles y fiables, mientras que otras se recordaron más por los quebraderos de cabeza que dieron en los talleres. Analizar este recorrido histórico no solo nos habla de la evolución de la Guardia Civil, sino también de cómo ha cambiado la tecnología de la moto y las exigencias del trabajo policial en carretera.
2Los años de Sanglas: el intento español de competir

En los 70 y principios de los 80, España apostó por la producción nacional. Las Sanglas 400 fueron un intento de ofrecer una moto robusta y económica, adaptada a nuestras carreteras. Tenían buena potencia para su tiempo y cierta facilidad de mantenimiento gracias a que las piezas estaban disponibles en el país.
Sin embargo, la Sanglas nunca terminó de convencer del todo. Comparada con las BMW, ofrecía menos fiabilidad y más vibraciones. Además, el confort era justo y algunos componentes sufrían desgaste prematuro. Para muchos motoristas de Tráfico, aquellas Sanglas representaron más un parche político que una verdadera solución técnica. Aun así, hay quienes las recuerdan con cariño como las “motos de casa” que intentaron plantar cara a la hegemonía alemana.