La Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil lleva más de seis décadas patrullando las carreteras españolas a lomos de diferentes modelos de moto. En ese tiempo han pasado por sus filas máquinas alemanas, japonesas y también españolas, cada una con sus ventajas y sus puntos débiles. Estas motos han sido protagonistas silenciosas de escoltas oficiales, persecuciones en autopistas, controles de alcoholemia, operaciones especiales en festivos o patrullas diarias en carreteras secundarias.
Pero lo que puede parecer una simple elección de marca o cilindrada es, en realidad, una cuestión de seguridad vial y eficiencia. No todas las motos han estado a la altura: algunas se ganaron la fama de indestructibles y fiables, mientras que otras se recordaron más por los quebraderos de cabeza que dieron en los talleres. Analizar este recorrido histórico no solo nos habla de la evolución de la Guardia Civil, sino también de cómo ha cambiado la tecnología de la moto y las exigencias del trabajo policial en carretera.
1Los inicios: las BMW que marcaron una época en la Guardia Civil

La primera gran apuesta de la Guardia Civil fue alemana: la BMW R-27, una monocilíndrica de 247 cc y apenas 18 CV que, entre 1960 y 1974, fue la herramienta básica de la Guardia Civil en un país donde las carreteras estaban lejos de ser modernas. Su transmisión por cardán la hacía duradera y menos propensa a fallos que otras motos de la época. Para patrullar carreteras nacionales y pueblos, su fiabilidad era oro puro.
Le siguió la BMW R-50/2, más potente, con un motor de dos cilindros bóxer de 494 cc y 26 CV. Su mayor cilindrada permitía mejores desplazamientos en autopista, aunque seguía siendo una moto sobria y sin lujos. Estas BMW dieron la imagen de modernidad y seriedad que la Guardia Civil necesitaba. Pero no eran perfectas: carecían de protecciones aerodinámicas, los frenos eran limitados y las largas patrullas resultaban agotadoras para los agentes.