En el mundo del mantenimiento del automóvil, pocos temas generan tanta curiosidad y debate como el uso de aditivos para la gasolina y el diésel. Estos productos, que se añaden directamente al combustible, prometen mejorar el rendimiento del motor, mantener el sistema de inyección limpio, reducir el consumo e incluso alargar la vida útil de ciertos componentes. Sin embargo, no todo es tan sencillo: aunque hay casos en los que realmente pueden ser útiles, en otros pueden ser simplemente innecesarios o incluso contraproducentes. La clave está en saber qué aditivo utilizar, cuándo y por qué.
A lo largo de los últimos años, los fabricantes de estos productos han desarrollado fórmulas más avanzadas, capaces de actuar de manera muy específica en las zonas del motor donde más se acumula suciedad. Pero también han crecido los mitos y la publicidad exagerada. El objetivo de este artículo es analizar de forma clara y directa si realmente merece la pena usar aditivos, en qué situaciones pueden marcar la diferencia y cuáles son sus limitaciones.
4Posibles inconvenientes y precauciones

No todo es positivo. Usar aditivos de forma indiscriminada o en dosis excesivas puede tener efectos no deseados. Algunos productos muy agresivos pueden dañar juntas, retenes o componentes de goma. Además, si el motor está muy sucio, un limpiador potente puede desprender demasiados residuos de golpe, provocando obstrucciones en filtros e inyectores.
Otro aspecto a considerar es que muchos coches modernos, especialmente los que cumplen con normativas Euro 6 y posteriores, ya están diseñados para funcionar de manera óptima con combustibles de calidad estándar. En estos casos, añadir aditivos sin una necesidad concreta puede suponer un gasto innecesario. Por eso es importante leer siempre las indicaciones del fabricante del aditivo y, cuando sea posible, consultar el manual del coche o al servicio técnico oficial.