En el mundo del mantenimiento del automóvil, pocos temas generan tanta curiosidad y debate como el uso de aditivos para la gasolina y el diésel. Estos productos, que se añaden directamente al combustible, prometen mejorar el rendimiento del motor, mantener el sistema de inyección limpio, reducir el consumo e incluso alargar la vida útil de ciertos componentes. Sin embargo, no todo es tan sencillo: aunque hay casos en los que realmente pueden ser útiles, en otros pueden ser simplemente innecesarios o incluso contraproducentes. La clave está en saber qué aditivo utilizar, cuándo y por qué.
A lo largo de los últimos años, los fabricantes de estos productos han desarrollado fórmulas más avanzadas, capaces de actuar de manera muy específica en las zonas del motor donde más se acumula suciedad. Pero también han crecido los mitos y la publicidad exagerada. El objetivo de este artículo es analizar de forma clara y directa si realmente merece la pena usar aditivos, en qué situaciones pueden marcar la diferencia y cuáles son sus limitaciones.
3Casos en los que sí pueden ser recomendables

El uso de aditivos cobra sentido en vehículos con muchos kilómetros que nunca han recibido un tratamiento de limpieza del sistema de combustible. También pueden ser útiles en coches que han estado mucho tiempo parados, ya que el combustible viejo puede dejar sedimentos en el depósito y en las líneas de alimentación.
Asimismo, en zonas con combustibles de menor calidad o con alto contenido en impurezas, un aditivo puede ser un aliado para evitar que estas partículas lleguen a obstruir inyectores o filtros. Incluso para conductores que utilizan su vehículo de forma muy esporádica, un estabilizador de combustible puede evitar problemas de arranque o funcionamiento irregular al cabo de varios meses.