La Dirección General de Tráfico (DGT) defiende que los radares son sinónimo de un mayor control y seguridad en las carreteras para evitar que los conductores superen los límites de velocidad. Y es así, pero es cierto que hoy muchos conductores asocian los cinemómetros (sobre todo los fijos) con emboscadas por parte de Tráfico, porque los encontramos escondidos, colocados tras quitamiedos, camuflados en coches o situados justo después de cambios de velocidad bruscos.
Eso sí, Europa ya está empezando a mover ficha y ha lanzado un aviso a las prácticas de la DGT. Y, por cierto, en un contexto en el que España no para de sumar radares a las carreteras españolas y nos acercamos ya a los 3.400 cinemómetros. De hecho, el año pasado aumentó la cifra 15,44% con respecto a 2023, la mayor subida desde 2021
En cualquier caso, España está lejos de otros países europeos, como Italia (12.000 radares) o Francia (8.000). Y pese a liderar la cifra de cinemómetros, ha sido precisamente el gobierno italiano de Giorgia Meloni el que ha pedido regular los cinemómetros.
Europa quiere poner orden con los radares

Italia, que no es precisamente un país fácil al volante, ha sido el primero de Europa en mover ficha para regular los cinemómetros. Y lo hacen precisamente con 12.000 funcionando en todo el país, lo que les convierte en el lugar de Europa con más radares. Ahora, han aprobado una norma que obliga a señalizar tanto los fijos como los móviles, así que se acabaron los radares camuflados en arcenes. Si hay radar, debe haber un aviso.
Además, también han prohibido colocar estos dispositivos en tramos donde se produce una reducción de velocidad superior a los 30 km/h. Es decir, se acabó circular a 120 km/h por una autovía, bajar de golpe a 80 km/h y que justo después haya un radar. También dejarán de existir los radares en cascada —cuando se colocan varios seguidos para ver si te confías y ‘caes’ en el segundo—, pues en autopistas debe haber una separación mínima de 4 kilómetros entre ellos.
¿Y en España? Son medidas que únicamente aplican a Italia, pero la DGT bien podría tomar ejemplo. No tenemos el mismo número de radares en nuestras carreteras (nos acercamos a los 3.500), y solo es obligatorio señalizar los radares fijos y los de tramo. Hay total libertad para los móviles, así que de momento los encontraremos camuflados en el arcén o donde la DGT decida. Lo que sí existe es una instrucción interna de Tráfico para evitar colocarlos en zonas con reducciones fuertes de velocidad, como en travesías.
¿Recaudación o seguridad? El debate que la DGT vuelve a poner encima de la mesa

En Italia, por ejemplo, se recaudan más de 1.700 millones de euros en multas de tráfico, mientras que en España rondamos los 500 millones. Es más, los datos dicen que se necesita algo menos de un mes para amortizar en multas el coste de instalar un radar. Por eso, refuerza la idea que sostienen muchos de que los cinemómetros de la DGT obedecen más a razones económicas que de seguridad.
Pere Navarro y compañía defienden que la función de los radares es evitar los excesos de velocidad, pues es una de las principales causas de los accidentes mortales que se producen cada año en nuestras carreteras. Sin embargo, hay ejemplos que contradicen esas buenas intenciones, como dispositivos colocados después de curvas sin visibilidad o en zonas poco peligrosas, pero muy rentables.
Por tanto, la propuesta de Meloni no va a reducir el número de radares en las carreteras, pero sí que quieren dejar de jugar al escondite y que los conductores sepan claramente dónde están ubicados. ¿Tomará nota la DGT?