La Cannonball Run, la legendaria carrera clandestina de Estados Unidos que desafía las leyes de tránsito entre Nueva York y Los Ángeles, ha sido un símbolo de rebeldía automovilística desde su creación en 1971. Concebida como una protesta contra las restricciones de velocidad impuestas por el gobierno estadounidense, esta carrera ha sido un reto para los conductores más intrépidos, buscando atravesar el país a toda velocidad sin ser atrapados por la policía.
Sin embargo, tras el récord más reciente logrado por Chris Stowell, muchos se preguntan si ha llegado el momento de ponerle fin a esta peligrosa aventura. Cada vez más está perdiendo su esencia y que no pueda haber más marcas históricas, las que nos enloquecía a todos los amantes de la velocidad y los automóviles con rendimientos sorprendentes.
El récord que le pondría final a esta carrera clandestina en Estados Unidos
Stowell completó el recorrido de 2800 millas en un BMW 535 diésel, en tan solo 27 horas y 16 minutos, a una velocidad promedio de 105 millas por hora. Este logro, que rompió varios récords, incluyendo el de la carrera más rápida realizada en solitario y el récord para un coche diésel, se destaca no solo por la rapidez, sino por la simplicidad. Estos números han abierto una nueva pregunta: ¿tiene sentido seguir corriendo la Cannonball en un mundo donde la policía ya no parece interesada en controlar las carreteras?
Tras la pandemia de COVID-19, las fuerzas del orden han reducido significativamente sus esfuerzos en aplicar las leyes de velocidad. Las detenciones de tráfico han disminuido y las carreteras estadounidenses, lamentablemente, se han vuelto más peligrosas. Con menos control, los accidentes mortales por exceso de velocidad han aumentado, lo que convierte a la Cannonball en una carrera aún más arriesgada, no tanto por la persecución policial, sino por los peligros inherentes del tráfico.
La Cannonball va desapareciendo

A medida que la Cannonball se aleja de sus raíces, la esencia que la hizo legendaria se está desvaneciendo. Ya no es una batalla contra la ley, sino un intento de alcanzar la gloria personal en un entorno cada vez más peligroso. Los críticos argumentan que la carrera ha perdido su propósito original y que debería ser prohibida antes de que ocurra una tragedia.
Estados Unidos, enfrentado a un aumento de accidentes fatales y una infraestructura vial que lucha por mantener el orden, parece inclinarse hacia la necesidad de poner fin a esta peligrosa tradición. En última instancia, esta carrera puede haber cumplido su objetivo. Lo que comenzó como una protesta contra las leyes de tráfico ha evolucionado hacia un evento en el que la ley ya no juega un papel importante. Con la desaparición de las detenciones por exceso de velocidad y la creciente preocupación por la seguridad en las carreteras, puede que estemos presenciando el final de una era.