Hablar de un puente que conecte España y Marruecos no es ciencia ficción, aunque a muchos pueda parecerles un sueño imposible. Desde hace más de un siglo, la idea de enlazar Europa con África mediante una infraestructura fija ha estado sobre la mesa de ingenieros, políticos y visionarios. El Estrecho de Gibraltar, con sus apenas 14 kilómetros en su parte más angosta, se ha convertido en el escenario soñado para tender un puente que cambie para siempre el mapa de la movilidad mundial.
Sin embargo, lo que en teoría parece sencillo —unir dos orillas cercanas— en la práctica es un reto colosal. El mar en esa zona alcanza profundidades que superan los 300 metros, las corrientes son extremadamente intensas y la navegación marítima es una de las más densas del planeta. A esto se suman factores ambientales, sísmicos, políticos y económicos que hacen que el proyecto parezca casi utópico. Pero con el avance de la tecnología, la cooperación internacional y la ambición de seguir creando hitos de ingeniería, la posibilidad de que un día España y Marruecos queden unidos por un puente sigue viva.
3La comparación inevitable: túnel o puente

Cuando se habla del enlace fijo entre España y Marruecos, casi siempre surge la comparación con el Eurotúnel que conecta Francia e Inglaterra bajo el Canal de la Mancha. Esa obra monumental demostró que los grandes proyectos de ingeniería pueden hacerse realidad.
Sin embargo, las diferencias son notables: el Canal de la Mancha tiene una profundidad máxima de 75 metros, muy lejos de los más de 300 del Estrecho. Además, sus corrientes marinas son mucho más suaves y no está en una zona sísmica activa como Gibraltar.
Un puente, por su parte, ofrecería ventajas como la espectacularidad arquitectónica, la posibilidad de tránsito mixto de coches y trenes, y un impacto económico y turístico inmediato. Pero la complejidad lo convierte en una opción que hoy por hoy parece irrealizable.