Si te has pasado al lado híbrido, seguro que una de las razones es reducir tus visitas a la gasolinera y, de paso, ser un poco más amable con el planeta. Ves los consumos homologados, escuchas a otros conductores hablar de cifras bajas y piensas que ya está hecho. Pero pasan las semanas y algo no cuadra. El indicador de combustible parece bajar más rápido de lo que te habías imaginado, y ese ahorro prometido parece un eco lejano, casi una utopía.
¿Te suena? Tranquilo, no le pasa nada a tu coche. Lo más probable es que nadie te haya contado un secreto sobre la conducción híbrida: el coche no lo hace todo solo. Un híbrido no es un vehículo de gasolina al que le han puesto una batería; es un sistema complejo donde dos motores deben trabajar en armonía. Si sientes que tu híbrido no cumple lo que promete, es muy posible que, sin saberlo, estés cometiendo una serie de pequeños errores que afectan a su eficiencia. Pero la buena noticia es que tienen fácil solución.
¿Por qué tu híbrido gasta más de lo que esperabas?

El principal cambio de mentalidad que debes hacer es entender que un coche híbrido premia la suavidad y la anticipación por encima de todo. Su gran ventaja reside en la capacidad de recuperar energía que un coche convencional desperdicia. Cada vez que frenas o levantas el pie del acelerador, tu coche tiene la oportunidad de convertir ese movimiento en electricidad para su batería. Esa electricidad será la que te permita moverte gratis, en silencio y sin emitir un gramo de CO2 en los atascos, al aparcar o al circular a baja velocidad por tu barrio.
El problema es que muchos conductores se ponen al volante de un híbrido y lo conducen igual que su anterior coche diésel o gasolina. Y ahí es donde el sistema no puede cumplir con su función de ahorro. Un híbrido conducido de forma agresiva, con acelerones y frenazos bruscos, se comportará de forma muy parecida a un coche de combustión, lastrado además por el peso extra de las baterías. El motor de gasolina estará funcionando casi de forma constante y el motor eléctrico apenas tendrá oportunidades de intervenir y el consumo, lógicamente, se disparará. El truco no está en ir más despacio, sino en conducir de una forma más inteligente y consciente.
El pedal del freno: tu peor enemigo o tu mejor aliado

El 80% del secreto para lograr consumos de récord en un híbrido reside en la frenada. En un coche tradicional, el pedal del freno solo tiene una función: activar un sistema hidráulico que presiona unas pastillas contra un disco para detener el coche por fricción. Toda la energía del movimiento se convierte en calor y se desperdicia. En un híbrido, el primer tramo del recorrido del pedal de freno no activa los frenos físicos, sino la llamada frenada regenerativa.
El error más grave y común es frenar tarde y fuerte. Si te pegas al coche de delante y tienes que clavar los frenos en el último segundo para no chocar, el sistema interpreta que necesitas máxima potencia de frenado y activa los frenos de disco convencionales. En ese momento, toda la energía que podrías haber recuperado se pierde en forma de calor.
La solución es anticiparse. Levanta el pie del acelerador mucho antes de lo que lo harías en un coche normal. Deja que el coche ruede por inercia y que la frenada regenerativa haga su trabajo. Conviértete en un experto en llegar a los sitios casi sin tocar el freno físico. Tu consumo bajará en picado.
Acelerar no es gratis

El segundo gran error está en el pie derecho. Los coches híbridos están diseñados para que el motor eléctrico se encargue del arranque desde parado y de los movimientos a muy baja velocidad, que es cuando un motor de combustión es más ineficiente en el consumo. El motor eléctrico entrega toda su fuerza de forma instantánea, por lo que puede mover el coche con una suavidad y un silencio que el motor de gasolina no puede igualar.
Si pisas el acelerador como si quisieras ganar una carrera, el sistema entenderá que necesitas mucha potencia de inmediato. La respuesta será arrancar el motor de gasolina para ayudarte, consumiendo combustible de forma innecesaria. En cambio, si inicias la marcha con una presión suave y progresiva sobre el pedal, permitirás que el motor eléctrico haga la mayor parte del trabajo. Una vez que hayas ganado algo de velocidad, el motor de gasolina podrá entrar en funcionamiento de una forma mucho más eficiente. Aprende a «sentir» ese punto en el recorrido del acelerador en el que el coche te pide que entre el motor de combustión y trata de mantenerte por debajo de él siempre que sea posible.
Pequeños gestos que marcan la diferencia

Hay otros factores que, aunque parezcan menores, suman en el cómputo global del consumo. Poner el aire acondicionado a máxima potencia o la calefacción muy alta puede obligar al motor de gasolina a arrancar para alimentar el compresor o generar calor, incluso cuando estás parado en un semáforo. Úsalo con moderación y aprovecha funciones como los asientos o el volante calefactable, que consumen mucha menos energía.
Por supuesto, no olvides lo básico que se aplica a cualquier vehículo: el mantenimiento. Unas ruedas con la presión incorrecta aumentan la resistencia a la rodadura y obligan a los dos motores a trabajar más para mover el coche. Llevar peso innecesario en el maletero también es un lastre que afecta al consumo.
Conducir un híbrido de forma eficiente es algo que se aprende con la práctica. Al principio hace falta concentración, pero en poco tiempo estos gestos se convertirán en hábitos y, entonces sí, verás cómo tus visitas a la gasolinera se espacian de verdad.