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El Desierto de los Niños 2016. Por el 'planeta' Marruecos

La duodécima edición de El Desierto de los Niños, una ruta dirigida a familias que desean conocer mundo a bordo de un 4×4, ha contado de nuevo con la colaboración de Hyundai Motor España, unida al evento desde su creación. De hecho, 20 de los 50 vehículos inscritos eran modelos de la marca coreana, que este año conformaba su 'flotilla' -usada por la organización de la prueba y los periodistas participantes- con Santa Fe, Grand Santa Fe y Tucson, equipados todos con neumáticos Kumho M+S, cuya eficacia y resistencia -no eran nuevos, sino los usados en la edición del pasado año- se ha puesto de manifiesto en los 462 kilómetros de exigente recorrido ?off road?, que incluyó agrestes senderos por campos volcánicos y algunos de los interminables pedregales y ríos de arena por los que discurría el Rally Dakar en su genuina época africana.

El Tucson de Motor 16, con tracción total, motor 2.0 CRDi de 184 CV y cambio automático, no pinchó pese a las torturas de un terreno que hace recomendable portar, no uno, sino dos neumáticos de repuesto para evitar 'sustos'. Y al margen de los Kumho citados, que cumplieron de maravilla sobre la arena, la única preparación de los coches consistía en una plancha metálica que protegía los bajos, un elemento casi indispensable para viajeros que deseen abandonar el asfalto con las máximas garantías.

Un viaje a otro mundo

Pero El Desierto de los Niños no es sólo una 'superexcursión 4×4'. Va más allá, y es la mejor forma de conocer la realidad del 'vecino' del sur, un país tan diferente del nuestro -otro continente, otra religión mayoritaria y otro concepto de la vida- que causa un impacto imborrable en quien lo visita por primera vez. El paso de España a Marruecos es la frontera exterior de la UE con más diferencia de renta 'per cápita', aunque quienes tenemos la suerte de visitar el reino alauí con frecuencia -es destino habitual para probar nuevos modelos- vemos rápidos progresos, tanto en la red hotelera como en las infraestructuras, pues se ha acometido un plan de autopistas que avanza a buen ritmo, especialmente en la fachada Atlántica. Son vías de peaje, pero baratas -ojo con los radares, pues la policía se oculta bien- y con tráfico casi nulo. Desde nuestra llegada al país por la populosa Tánger hasta Beni Mellal, ?puerta? del Atlas, se circula por vías de alta capacidad -resta sólo la variante de Rabat-, dotadas de cómodas y seguras áreas de servicio.

Pero fuera de las autopistas, el Marruecos más tradicional surge ante nosotros, y conviene extremar la precaución por lo heterogéneo del parque móvil: bicicletas, burros, carros tirados por caballos, triciclos de carga, las míticas 'mobiletes'… Y peatones, muchos de ellos niños que bordean la calzada en cuanto aprenden a andar, sobre todo en las regiones de montaña, cuyo aire medieval sigue intacto. Si a plena luz del día ya hay riesgos, de noche la cosa se pone más seria y toda la atención parece poca.

Tras cruzar el imponente Atlas por vías en mal estado donde la nieve es frecuente -tuvimos suerte, pues marzo da sorpresas- alcanzamos el desierto propiamente dicho. El Valle del Dades, Merzouga, Erfoud… Paisajes cambiantes, gentes hospitalarias y sorpresas a cada paso, como una tormenta de arena -damos fe de que las películas no exageran- que nos envolvió durante horas. Son momentos propicios para acentuar la camaradería, y para que los ?peques? de la caravana sigan alucinando.

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El lado más solidario. «Con muy poco se hace muchísimo»

Si El Desierto de los Niños fuese un cóctel, para prepararlo necesitaríamos ingredientes como la aventura, la diversión, el conocimiento de culturas o la camaradería. Pero también la solidaridad, pieza esencial de un evento cuya ruta se salpica de acciones de ayuda a los menos favorecidos. En esta ocasión, por ejemplo, la Fundación Alain Afflelou destacó seis ópticos que realizaron casi 700 revisiones en cuatro localidades al sur del Atlas -Om Lahdej, Merzouga, Merzane y Erfoud-, repartiendo además un buen número de gafas de sol a la población. Actividad apoyada siempre por el camión de Aquarius, que transportaba lo necesario para las revisiones, así como dos toneladas de suministros de primera necesidad.

El primer destino de dicha ayuda fue la Asociación de Hassilabiad, en Merzouga, donde los niños viajeros descargaron material escolar, cajas de ropa y juguetes cedidos por Médicos del Mundo. En Merzane se realizaba la segunda entrega solidaria, justo antes de visitar la guardería de Tamaarkite, restaurada con la gestión de ADN (Asociación Desierto Niños) y la financiación de Proyecta Gestión. El siguiente destino fue la escuela para niños con discapacidad mental de ADN en Erfoud, donde se descargaron 1.500 mochilas compradas por la empresa Audatex para los chavales de la zona, mientras que en esa misma ciudad se entregaban 1.000 paneles reflectantes, cedidos por Kumho para mejorar la visibilidad de los carros tirados por burros y caballos por la noche.

Un destino recomendable. El país de los paraísos ocultos.

-La imponente cordillera del Atlas, visible desde buena parte de la ruta. Y se visitaban por vez primera las cascadas Ouzoud -son las más altas del norte de África-, donde habita aún el macaco de Berbería.

-Un país de contrastes. En Marruecos puedes pasar de circular por una autopista de peaje simplemente perfecta, y en la que no será difícil cruzarse con un Ferrari o un Porsche, a meterte en una 'máquina del tiempo' donde verte rodeado de vehículos ancestrales o modos de vida medievales. Hasta los pozos pueden tener siglos.

-Los dromedarios deambulan por el desierto en aparente libertad, y es fácil hallar pequeñas manadas junto a los contados puntos donde aún surge agua del subsuelo, reminiscencia de una época no tan lejana en la que el Sahara era un vergel. En las ciudades, muchos caballos están 'catalizados' con un saco que acumula sus boñigas.