El apellido Dyson es sinónimo de innovación doméstica. La marca británica es un referente del diseño y la tecnología aplicada al día a día. Pero pocos recuerdan que, en pleno auge del coche eléctrico, Dyson intentó incluso competir con gigantes como Tesla. Y no con un coche cualquiera, sino con un SUV eléctrico revolucionario que prometía romper todos los moldes del sector.
El proyecto secreto se llamó Dyson N526 y fue una apuesta ambiciosa: detrás había más de 2.000 millones de libras y un equipo de más de 500 personas trabajando a puerta cerrada. ¿El objetivo? Demostrar que una empresa sin trayectoria automovilística podía reinventar el concepto de coche eléctrico. Pero lo que parecía un sueño tecnológico acabó siendo una pesadilla que a punto estuvo de costarle muy caro a la compañía.
3Un equipo brillante, un proyecto inviable

A diferencia de muchos fracasos empresariales, este no fue por errores técnicos ni problemas de diseño. El propio Dyson lo dejó claro: «Hemos desarrollado un coche fantástico, pero no podemos hacerlo comercialmente viable. Buscamos compradores, sin éxito. No es un fallo del producto ni del equipo». En otras palabras: el coche era tan bueno como invendible.
El equipo detrás del N526 incluía ingenieros de primer nivel, muchos de ellos fichados desde la industria del automóvil. Durante años trabajaron en silencio, en instalaciones secretas, perfeccionando un vehículo que nunca vería la luz. Fue una de las mayores apuestas de I+D, pero terminó como lección de lo difícil que es entrar en un sector dominado por titanes.