El verano ya está a la vuelta de la esquina y, con él, llegan las tan ansiadas vacaciones. Es el momento de planificar rutas, preparar el equipaje y, por supuesto, hacer caso a los consejos que nos dan los profesionales para asegurarnos de que el coche está a punto para recorrer kilómetros sin problemas. Y uno de los más importantes tiene que ver con un componente que suele pasar desapercibido hasta que lo necesitas de verdad. Uno de los grandes olvidados que, sin embargo, juega un papel fundamental en tu seguridad y la de los tuyos.
Presta mucha atención, porque es una de esas cosas de las que pensamos «ya lo miraré», o «eso no falla». Pero no hay que confiarse, sino seguir el consejo de un experto para que disfrutes de un verano tranquilo y sin sobresaltos.
Un componente vital, sobre todo en verano

Imagina que vas conduciendo por una carretera de montaña, con curvas y descensos pronunciados. El sol aprieta, el asfalto está caliente y el aire acondicionado de tu coche trabaja a pleno rendimiento. De repente, aparece un imprevisto y necesitas reducir la velocidad rápidamente. Pisas el pedal del freno con decisión, y tu coche responde al instante, deteniéndose de forma segura. Esa sensación de control y confianza se la debes, en gran parte, a un líquido esencial.
El líquido de frenos es un fluido que se encarga de transmitir la fuerza que ejerces sobre el pedal de freno a las pastillas y los discos, deteniendo el vehículo. Funciona como un mensajero ultrarrápido y eficiente entre tu pie y las ruedas.
En verano, las altas temperaturas son el peor enemigo de este componente, porque el líquido de frenos es higroscópico, lo que significa que tiene una capacidad asombrosa para absorber la humedad del ambiente. Y esto puede ser un problema muy gordo. El agua hierve a 100 grados centígrados. El líquido de frenos, en cambio, tiene un punto de ebullición mucho más alto, superando los 200 grados. Cuando el líquido absorbe humedad, su punto de ebullición desciende de forma importante.
Si el líquido de frenos de tu coche está contaminado con un alto porcentaje de agua, y en un descenso prolongado o en una situación de frenada intensa, los frenos se calientan mucho, el agua se convierte en vapor. Y a diferencia del líquido, el vapor sí es compresible. Cuando intentas frenar, en lugar de transmitir la fuerza de tu pie, el pedal se irá al fondo, y el coche no frenará o lo hará de forma muy deficiente. Es lo que se conoce como fading o fatiga de frenos, una situación muy peligrosa que puede tener consecuencias devastadoras.
En verano, con el calor ambiental y el uso intensivo del sistema de frenado, este riesgo se multiplica. Por eso, entender su funcionamiento y mantenimiento es tan importante.
El consejo profesional para saber si tu líquido de frenos está en buen estado

Para hacer una primera comprobación no hace falta ir a un taller. Tú mismo puedes echar un vistazo y tener una idea inicial del estado de tu líquido de frenos. Es un proceso sencillo que te llevará apenas unos minutos y te puede ahorrar muchos quebraderos de cabeza.
Lo primero que debes hacer es localizar el depósito del líquido de frenos. Normalmente, se encuentra en el compartimento del motor, cerca del parabrisas, y suele ser un recipiente de plástico semitransparente con una tapa negra o amarilla. Busca una etiqueta que indique «DOT 3», «DOT 4», «DOT 5.1» o similar.
Una vez lo tengas localizado, fíjate en dos cosas principales:
- Nivel del líquido: El depósito tiene unas marcas que indican el nivel mínimo y máximo del líquido, que debe estar siempre entre estas dos marcas. Si está por debajo del mínimo, es una señal de alerta. Un nivel bajo puede indicar un desgaste excesivo de las pastillas de freno o, lo que es peor, una posible fuga en el sistema. Nunca debes rellenar el nivel sin investigar la causa de esa bajada.
- Color del líquido: Cuando el líquido de frenos es nuevo, suele tener un color transparente o ligeramente amarillo claro, similar al aceite de girasol. Con el tiempo, a medida que absorbe humedad y se contamina con partículas de desgaste, su color se oscurece, volviéndose marrón o incluso negro. Un líquido oscuro es un claro indicador de que ha absorbido demasiada humedad y ha perdido sus propiedades, por lo que necesita ser reemplazado urgentemente. Si lo ves transparente y claro, es una buena señal, pero no es la única prueba.
Aunque el color te da una pista importante, la única forma 100% fiable de saber si el líquido de frenos necesita ser cambiado es midiendo su punto de ebullición. Los talleres profesionales disponen de herramientas específicas para ello. Estas máquinas sumergen una sonda en el líquido del depósito y determinan su temperatura de ebullición.
Si el punto de ebullición está por debajo de los valores recomendados por el fabricante, es hora de cambiarlo. No te la juegues. Esta prueba es fundamental porque un líquido de frenos puede parecer claro a simple vista, pero si ha absorbido mucha humedad, su punto de ebullición ya estará comprometido.
¿Cuándo cambiar el líquido de frenos?

El líquido de frenos tiene fecha de caducidad, y tanto los fabricantes de vehículos como los expertos en seguridad vial recomiendan reemplazar el líquido de frenos cada dos años o cada 40.000 a 60.000 kilómetros, lo que ocurra antes.
¿Por qué cada dos años si a lo mejor no has hecho tantos kilómetros? Por la absorción de humedad de la que hemos hablado antes. Aunque tu coche pase la mayor parte del tiempo parado en el garaje, el líquido de frenos sigue absorbiendo agua del ambiente a través de los latiguillos, las juntas y el propio depósito. Es un proceso lento, pero constante.
No caigas en el error de pensar que, como no usas mucho el coche o como los frenos funcionan bien, no es necesario cambiarlo. Es una de las operaciones de mantenimiento preventivo que no debes posponer. Unos euros invertidos en un cambio de líquido de frenos pueden evitar un accidente mucho más costoso, tanto económica como personalmente.
Así que ya lo sabes. El líquido de frenos no es un capricho, sino un componente esencial para tu seguridad. Con la llegada del calor veraniego, su estado óptimo es más crítico que nunca. Dedícale unos minutos a revisar su nivel y color, y si tienes dudas o detectas que algo no está bien, no lo pienses dos veces y acude a tu taller de confianza. Un pequeño mantenimiento a tiempo puede marcar la diferencia entre un viaje tranquilo y un susto innecesario.