Jim Farley, CEO de Ford, no suele andarse con rodeos. Cuando algo le quita el sueño, investiga hasta el último detalle. El fabricante chino BYD ha pasado en poco tiempo de ser un gran desconocido en Occidente al mayor productor de vehículos eléctricos del mundo. En Ford desmontaron uno de sus coches tornillo a tornillo para descubrir la razón; y lo que encontraron les ha obligado a replantearse su estrategia industrial.
La confesión de Farley impactó con fuerza en el sector del automóvil. Lo que descubrieron no fue precisamente tranquilizador. En lugar de encontrar una tecnología compleja y costosa, los chicos de Ford dieron con una ingeniería eficiente, austera y extremadamente bien optimizada para la producción en masa. Un sistema tan afinado que les ha «roto los esquemas».
4Velocidad que asusta
Pero más allá del precio o la eficiencia, hay un factor que Ford ve con especial preocupación: la velocidad con la que las marcas chinas innovan. Mientras los grandes grupos occidentales tardan años en diseñar, aprobar y producir un nuevo modelo, en China los ciclos de desarrollo son mucho más cortos. Se adaptan al mercado, introducen mejoras y responden a las nuevas necesidades de los consumidores con una agilidad pasmosa.
Farley no lo oculta: «Me quita el sueño la velocidad a la que los chinos están innovando». La amenaza no es solo que sean más baratos o que sus eléctricos tengan buena calidad. Es que son más rápidos, más flexibles y están organizados para evolucionar constantemente; algo que choca con la lentitud de muchas marcas tradicionales, que aún arrastran procesos burocráticos heredados del siglo pasado.
