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Citroën C4 Cactus M. El Méhari tiene descendencia

La historia de Citroën está llena de vehículos míticos, elevados a la categoría de revolucionarios en su día. Es el caso del Traction Avant de 1934 -conocido aquí como 11 Ligero-, del 2CV nacido en 1948 o del DS 'Tiburón' de 1955, pero también del Méhari de 1968, del que se produjeron 145.000 unidades en sus 20 años de producción y que derivaba del citado '2 caballos' o, para ser más exactos, de su versión modernizada: el Dyane 6. Compartían chasis y motor bicilíndrico, pero el Méhari sustituía el 'envoltorio' metálico por una carrocería de plástico ABS fijada sobre una estructura de tubos. Su economía, sencillez técnica y ligereza -pesaba poco más de 500 kilos- determinaron pronto un gran éxito de ventas, y el Méhari se convirtió en uno de los coches más reputados de la época para utilización 'off road', e incluso al final de su vida comercial contó con una variante 4×4.

Los diseñadores de Citroën no ocultan que el Méhari inspira el desarrollo del Cactus M, un 'concept car' que ve la luz en Francfort pero con el que Motor16 ya ha mantenido un primer contacto 'estático' en París. Dotado de un motor 1.2 PureTech de 110 CV y de la caja automática EAT6, en esta ocasión lo importante no es tanto lo mecánico como lo estético. Porque se apuesta de nuevo por una imagen fresca y por un coche abierto al exterior: sin techo, sin ventanillas… Tiene puertas para cumplir la exigente normativa de seguridad actual sobre impactos laterales, pero las dos puertas a cada lado del C4 Cactus de serie son relevadas aquí por una sola hoja, fabricada como un bloque de plástico moldeado -es ligerísima, permite guardar cosas en su amplio bolsa interior y resiste arañazos- y que gracias a su gran tamaño sirve para acceder también a la segunda fila; aunque para los más ágiles se han dispuesto sendos 'escalones' a cada lado que ayudan a pasar a la parte trasera sin abrir las puertas.

Un habitáculo lavable

El habitáculo se puede lavar con manguera, pues en la zona de los pies hay desagües, y el tejido de neopreno empleado en asientos y salpicadero facilita la limpieza. Además, el maletero es amplio y prioriza la versatilidad, pues abatiendo la segunda fila -de dos plazas- y bajando la tapa trasera creamos una zona de descanso de dos metros de longitud. Debajo, un doble fondo acoge la capota -diseñada para usarse también como tienda de campaña- y los controles del compresor que infla los tres tubos que sostienen el techo.

La funcionalidad del Cactus M no acaba ahí, pues sobre el parabrisas -reforzado y menos inclinado que el del C4 Cactus normal- y el arco trasero -revestido de placas de madera como el delantero- podemos transportar un par de tablas de windsurf o wakeboard, incluso con la capota de lona puesta.

Y como fiel heredero del Méhari, el Cactus M promete buenas aptitudes fuera del asfalto gracias a su generosa altura al suelo, los estrechos neumáticos Tall&Narrow o el sistema antipatinamiento Grip Control.

Ahora sólo falta comprobar la aceptación del público y que Citroën apruebe su producción, que sin duda se realizaría en la planta madrileña de Villaverde.