Durante años, el gas natural comprimido (GNC) se presentó como una gran alternativa a los carburantes tradicionales. Más barato que la gasolina y el diésel, con menores emisiones contaminantes y con una tecnología suficientemente madura, parecía tener todos los ingredientes para triunfar. Pero la realidad, una vez más, ha demostrado ser muy distinta.
Hoy, el GNC vive sus horas más bajas en Europa. El cierre de estaciones de repostaje es una constante y todo apunta a que este carburante, en su día, el puente hacia la movilidad limpia, está a punto de desaparecer de las gasolineras. Ni su bajo precio, ni su eficiencia, ni sus argumentos ecológicos han logrado evitar una caída libre que ya parece irreversible.
6Repostar gas será pronto cosa del pasado

Para los propietarios de vehículos a gas, el panorama no es alentador. Podrán seguir circulando, pero cada vez será más difícil encontrar dónde repostar. El mantenimiento de las pocas estaciones que queden dependerá de ayudas públicas o iniciativas locales. Pero a largo plazo, el final parece inevitable.
Por eso, muchos usuarios ya están dando el salto a otras tecnologías. La electricidad se impone como la gran alternativa, y la transformación del parque móvil parece ser cuestión de tiempo. En pocos años, hablar de GNC en coches será casi como hablar del cassette: una solución del pasado que ya no tiene sitio en el presente.