Durante años, el gas natural comprimido (GNC) se presentó como una gran alternativa a los carburantes tradicionales. Más barato que la gasolina y el diésel, con menores emisiones contaminantes y con una tecnología suficientemente madura, parecía tener todos los ingredientes para triunfar. Pero la realidad, una vez más, ha demostrado ser muy distinta.
Hoy, el GNC vive sus horas más bajas en Europa. El cierre de estaciones de repostaje es una constante y todo apunta a que este carburante, en su día, el puente hacia la movilidad limpia, está a punto de desaparecer de las gasolineras. Ni su bajo precio, ni su eficiencia, ni sus argumentos ecológicos han logrado evitar una caída libre que ya parece irreversible.
5El final de una era en carburantes

Cada estación de GNC que cierra es una señal clara de que esta tecnología está perdiendo la batalla. Aunque aún queda algún reducto en países como Italia o Alemania, donde el gas estuvo más presente, el declive es evidente. La rentabilidad ya no compensa la inversión, y las grandes compañías empiezan a mover ficha.
Incluso los defensores más acérrimos del gas admiten que revertir la situación será prácticamente imposible. «No esperamos un cambio de tendencia», ha reconocido Michal Kubinec, responsable de estaciones de servicio de OMV. Y cuando una gran energética habla con tanta claridad, el mensaje está claro: se acabó.