Durante años, el gas natural comprimido (GNC) se presentó como una gran alternativa a los carburantes tradicionales. Más barato que la gasolina y el diésel, con menores emisiones contaminantes y con una tecnología suficientemente madura, parecía tener todos los ingredientes para triunfar. Pero la realidad, una vez más, ha demostrado ser muy distinta.
Hoy, el GNC vive sus horas más bajas en Europa. El cierre de estaciones de repostaje es una constante y todo apunta a que este carburante, en su día, el puente hacia la movilidad limpia, está a punto de desaparecer de las gasolineras. Ni su bajo precio, ni su eficiencia, ni sus argumentos ecológicos han logrado evitar una caída libre que ya parece irreversible.
4El hidrógeno: mucho ruido y pocas nueces

Si el gas natural está de retirada, el hidrógeno tampoco parece estar mucho mejor. Aunque se promociona como una solución limpia y de altas prestaciones, los números lo condenan al ostracismo en el ámbito de los coches particulares. Las estaciones son escasas, los vehículos carísimos y el repostaje, complicado.
Donde sí podría tener cabida es en el transporte pesado y la industria, donde la electrificación presenta más desafíos. Pero en el coche de calle, tanto el GNC como el hidrógeno se han visto superados por la movilidad eléctrica. Las cifras de ventas y de inversión lo confirman cada mes.