Si en los últimos días has visto un coche con los espejos retrovisores cubiertos por bolsas de plástico, no te extrañes. No es una excentricidad ni una ocurrencia pasajera, sino una solución práctica para un problema que cada vez afecta a más vehículos. El clima, la fauna e incluso el vandalismo han convertido a estos elementos en uno de los puntos críticos para la conservación y seguridad del coche.
Los retrovisores actuales son piezas cada vez más caras y complejas, con sistemas electrónicos integrados que hacen que cualquier avería o reemplazo pueda dispararse por encima de los 1.000 € e incluso acercarse a los 3.000 € en modelos premium. Por esta razón, muchos conductores han encontrado en una simple bolsa de plástico un escudo perfecto para garantizar la vida útil de estos elementos tan expuestos.
1Contra el frío y la escarcha en invierno

Una de las principales razones para proteger los retrovisores con una bolsa de plástico es la acumulación de escarcha y hielo durante la noche. Al despertar en mañanas frías, no es raro encontrarse con los espejos completamente cubiertos, dificultando la visibilidad y obligándote a rascar para despejarlos. Esto no solo supone perder minutos valiosos antes de iniciar la conducción, sino que aumenta el riesgo de rayaduras en la superficie e, incluso, de dañar mecanismos internos si el espejo es abatible y no soporta el peso del hielo.
Cubrirlo con una bolsa evita que la humedad y el frío extremo entren en contacto directo con la superficie reflectante y los mecanismos internos. Al retirarla, los retrovisores quedan despejados, secos y listos para su uso inmediato, alargando la vida de este componente clave para la seguridad al volante.