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sábado, 7 junio 2025

El dineral que ganan los aparcacoches del casino de Mónaco solo con las propinas de los clientes

En el exclusivo Principado de Mónaco, donde el lujo, el glamour y la ostentación forman parte de la vida cotidiana, hay un rincón especialmente conocido por su sofisticación: el Casino de Montecarlo. Este icónico lugar no solo es famoso por sus mesas de juego y sus visitantes ilustres, sino también por la llamativa colección de superdeportivos y vehículos de alta gama que desfilan diariamente por su entrada principal. En este escenario, los aparcacoches no solo tienen el privilegio de conducir auténticas joyas sobre ruedas, sino también de obtener ingresos que rozan lo increíble, todo gracias a las propinas.

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Lejos de ser un simple trabajo temporal, el oficio de aparcacoches en este rincón del mundo se ha convertido en una ocupación muy codiciada. La razón principal: las impresionantes cantidades de dinero que estos trabajadores pueden llegar a embolsarse solo en gratificaciones. A diferencia de otros países donde las propinas pueden ser esporádicas o modestas, en Mónaco alcanzan cifras tan elevadas que muchos pensarían que se trata de una exageración. Pero no, la realidad es que los aparcacoches del casino ganan, en ocasiones, más que un ejecutivo promedio.

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La cultura de las propinas en Mónaco

fuente: propia

En Mónaco, y especialmente en su industria de la hostelería y el lujo, la cultura de la propina está profundamente arraigada. No se trata únicamente de una retribución económica, sino de una muestra de estatus y de aprecio hacia el servicio recibido. Dar una buena propina no solo es bien visto, sino que es casi una obligación no escrita entre la élite que frecuenta lugares como el Casino de Montecarlo.

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Los clientes que acuden al casino —que en muchos casos son millonarios, empresarios o celebridades— están acostumbrados a recibir un trato impecable. Esperan que todo funcione a la perfección, y a cambio de esa experiencia fluida, están dispuestos a dejar propinas importantes. Para ellos, dar 100 euros a un aparcacoches por tener su Ferrari listo en la puerta en tres minutos es algo completamente normal, casi trivial.

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