Aparcar en cualquier ciudad se está convirtiendo en una odisea, porque cada vez hay más vehículos y menos espacio disponible para estacionarlo, al menos gratis. Las ciudades se están llenando de zonas de distintos colores que regulan el aparcamiento y cuando no, aparecen los temidos gorrillas. Son personas que no están autorizadas para estar ahí, pero te van a pedir una propina a cambio de ‘ayudarte’ a aparcar.
Suelen ubicarse en grandes explanadas, descampados o zonas similares en las que no cuesta dinero aparcar. A priori, parece que te están haciendo un favor al indicarte dónde puedes aparcar, pero te están ‘presionando’ para que le des algunas monedas. Estás en tu derecho de no hacerlo, pero los gorrillas te amenazarán diciéndote que no se hacen responsables de lo que le pueda pasar al coche.
Los ayuntamientos de las ciudades y la Guardia Civil lo saben perfectamente, pero no siempre pueden con ellos. Es cierto que han reforzado la vigilancia y las sanciones, pero vuelven a aparecer cada cierto tiempo. Y no, no estás obligado a pagar por aparcar en la vía pública si no hay una regulación municipal. Por eso, aquí tienes 5 trucos que te van a ayudar a salir del paso.
Simula una llamada urgente (y que no se note)

El teléfono móvil es tu mejor aliado cuando quieres pasar desapercibido o hacerte el loco, y también para escaquearte de un gorrilla. En cuanto detectes que se acerca o está merodeando cerca del coche, saca el móvil y haz como que hablas con alguien. Lo importante no es solo fingir la conversación, sino que parezca una charla seria, animada o urgente.
Evita el contacto visual y mantente firme. Si pareces demasiado distraído o concentrado en tu «llamada», es muy probable que el gorrilla pierda el interés y se marche a buscar a alguien más receptivo. Lo ideal es aguantar al menos un par de minutos así. No hace falta ser actor profesional, pero sí parecer ocupado.
Reparte amor delante del gorrilla
Si aparcas con tu pareja, tienes la coartada perfecta. Cuando detengas el coche, antes de salir o interactuar con nadie, aprovecha para darte un beso largo, con calma y sin prisa. Si es apasionado, mejor. A veces basta con esa muestra de cariño para que el gorrilla se dé cuenta de que allí no tiene nada que rascar.
La idea es incomodarlo o aburrirlo lo suficiente como para que pierda el interés. Y seamos sinceros: es probablemente la única estrategia de esta lista que, además de efectiva, deja buen sabor de boca. No es infalible, pero sí bastante disuasoria si sabes actuar bien.
Finge una discusión
Otro truco que también funciona es simular una discusión monumental con quien te acompañe. Puede ser por la música del coche, por llegar tarde o por cualquier otro motivo que se te ocurra. Lo importante es que parezca una ‘pelea’ intensa y real, con voces, gestos exagerados y alguna puerta cerrada de golpe para darle dramatismo al asunto.
Esta técnica suele funcionar porque los gorrillas prefieren evitar conflictos que no entienden o que podrían salpicarlos. Ante una escena así, lo más probable es que opten por ignoraros e irse. Y si aun así se acercan, basta con mirarles con cara de pocos amigos y seguir con el teatro. Disuasión psicológica en estado puro.
Habla al gorrilla en otro idioma

Aquí entramos en terreno universal: hacerse el sueco. Cuando el gorrilla se acerque, sal del coche y contesta con seguridad en otro idioma: inglés, alemán, francés… o incluso uno inventado. Lo importante es parecer completamente ajeno a lo que te está diciendo y fingir que no entiendes nada.
Una frase tipo «Sorry, I don’t speak Spanish» repetida con amabilidad y tu mejor acento suele ser suficiente. La idea es generar confusión y que no vea ninguna opción de diálogo, ni mucho menos de propina. En muchos casos, el gorrilla desiste rápido ante una barrera idiomática aparentemente insalvable.
Haz que se canse a base a amagos
Este truco requiere algo de planificación, pero es muy efectivo. Cuando veas a un gorrilla al acecho, finge que vas a aparcar en una plaza: reduce la velocidad, pon el intermitente… y espera a que él se acerque a toda prisa. En cuanto lo veas llegar, cambia de idea y vete a otro hueco.
Si lo haces tú solo, es molesto. Si varios conductores lo hacen de forma casi encadenada, el gorrilla acaba completamente frustrado y cambia de calle. No es agresivo ni mucho menos, pero sí una forma directa de quitarle las ganas de seguir en esa zona. Una especie de resistencia pasiva, pero al volante.