Hay conductores que llevan coches con más de 20 años, y que siguen funcionando como el primer día. ¿Cuál es su secreto? ¿Es cuestión de suerte que un coche dure tanto tiempo sin dar problemas? Lo cierto es que la respuesta no está en la suerte. Está en el mantenimiento.
Si tú también quieres estirar la vida útil de tu vehículo por encima de la media, sin tener que afrontar costosas averías y visitas inesperadas al taller, te alegrará saber que puedes conseguirlo. Aunque un coche moderno puede ser una máquina compleja, su longevidad depende en buena medida solo de unas cuantas acciones sencillas realizadas de forma correcta.
La importancia de los fluidos internos

El motor es el corazón de tu coche, y los fluidos son como su sangre. Por eso, es fundamental que estén en buenas condiciones. Esta es la regla número uno para la salud de cualquier vehículo. Y dentro de esos fluidos, hay dos que son vitales: el aceite y el anticongelante.
El aceite se encarga de lubricar, enfriar y proteger de la corrosión las piezas que componen un motor. Y por eso es tan importante elegir el aceite correcto.
Sin embargo, no todos los aceites son iguales. Hay diferentes tipos según su composición y propiedades:
- Convencional: Recomendado para motores sencillos en entornos con temperaturas regulares.
- Semi-sintético: Mezcla de aceite sintético y convencional, más resistente a la oxidación que el anterior y con un mejor rendimiento a bajas temperaturas.
- Sintético: Aceite de fórmula química con aditivos de alto rendimiento. Es ideal para motores con grandes prestaciones o mucha exigencia, ya que ofrece un mejor rendimiento en temperaturas extremas.
- Alto kilometraje: Específico para coches con más de 120.000 kilómetros. Su formulación ayuda a reducir el quemado de aceite y a tapar posibles fugas en motores más antiguos.
En cuanto al anticongelante, mucha gente lo asocia solo con el frío del invierno, pero la realidad es que es fundamental durante todo el año. El motor genera muchísimo calor, y el anticongelante es el encargado de mantener la temperatura de trabajo óptima.
La mayor parte de las averías en invierno se producen por problemas relacionados con las bajas temperaturas o los cambios bruscos. El anticongelante protege al motor y al radiador, evitando que el líquido se congele en invierno y facilitando el arranque.
Pero también evita que el motor se sobrecaliente en verano. Si el motor se queda sin líquido, el sobrecalentamiento puede ser la causa de una avería grave. Además, el anticongelante protege de la oxidación, la corrosión y las formaciones calcáreas dentro del circuito.
El líquido refrigerante pierde sus propiedades con el tiempo. Lo recomendable es cambiarlo cada dos años o cuando el coche llegue a los 40.000 kilómetros, lo que pase antes.
Otras claves para disfrutar de un coche eterno

Más allá de utilizar fluidos de calidad y hacer los cambios adecuados, la vida útil de tu coche se cimienta en una serie de hábitos y revisiones al alcance de tu mano.
No esperes a que tu coche te pida ayuda con una luz de avería en el salpicadero. Cumplir con los plazos de revisión que marca el fabricante es el paso más inteligente que puedes dar. Estas revisiones permiten detectar pequeños problemas antes de que se conviertan en averías mayores que te dejen tirado.
Presta atención a los filtros de aire, aceite y combustible. Si están sucios, fuerzan al motor a trabajar más, lo que genera más desgaste y un consumo de combustible innecesario. Cámbialos siempre según el manual.
La vida útil de un coche no se limita solo al motor. El chasis y la suspensión son cruciales. Unos neumáticos con la presión incorrecta o en mal estado, o unos amortiguadores desgastados, no solo comprometen tu seguridad, sino que también fuerzan al coche entero a trabajar de manera desequilibrada, afectando a la dirección y a otros componentes.
Revisa la presión al menos una vez al mes y asegúrate de que el dibujo de tus neumáticos no está por debajo del límite legal. Unos amortiguadores en mal estado afectan a la frenada y a la estabilidad, y deben ser sustituidos para mantener la integridad de la marcha.
La forma de conducir también importa

Una conducción agresiva, con aceleraciones y frenazos bruscos, somete a tu motor y a tus frenos a un estrés innecesario. Para alargar la vida del coche, opta por una conducción suave y anticipada.
Cuando arranques el coche, sobre todo en frío, no revoluciones el motor de golpe. Deja que el aceite circule y alcance su temperatura de trabajo de forma gradual. Unos minutos de conducción suave al inicio de cada viaje son oro puro para las piezas internas.
Alargar la vida útil de tu coche es, en esencia, ser proactivo y responsable. No se trata de gastarte una fortuna en el taller, sino de invertir en la calidad correcta del aceite y el anticongelante, y de seguir un calendario de mantenimiento preventivo. Es mejor gastar poco a poco en prevención, que muchísimo de golpe en una reparación gorda.
Siguiendo estos pasos, tu vehículo no solo durará más años, sino que lo hará de manera más segura y eficiente. Dejar de lado el mantenimiento es, a la larga, el camino más caro.








