Para muchos, aparcar es la maniobra más complicada a la hora de conducir. Sientes la presión del coche que espera detrás, calculas el hueco y empiezas. Entonces, justo cuando crees que lo tienes, oyes el arañazo seco y metálico de tu llanta de aleación contra el granito del bordillo. Un «llantazo» en toda regla. No solo es el ruido, es el dinero que cuesta repararlo y la frustración de no haberlo conseguido.
Muchos conductores, incluso con años de carnet, aparcan «de oído» o dejan el coche a medio metro de la acera por miedo a ese roce. Manuel, profesor de autoescuela, nos cuenta el método definitivo que enseña a sus alumnos para que aprueben a la primera y, más importante, para que pierdan el miedo a aparcar para siempre.
El gran error que todo el mundo comete al aparcar en línea

El problema de base, según explica Manuel, es que «nos obsesionamos con el bordillo demasiado pronto y usamos referencias visuales que no existen». El método tradicional nos decía que diéramos marcha atrás hasta que viéramos el final del otro coche por nuestra ventanilla trasera, o que pusiéramos el coche en un ángulo de 45 grados.
«Eso era útil en un 127, que era todo cristal», bromea Manuel. «Intenta hacer eso en un SUV moderno. Entre los pilares traseros, que son enormes por seguridad, y las ventanillas pequeñas, apenas ves nada. Estás aparcando a ciegas».
Este método anticuado obliga a girar la cabeza perdiendo la referencia de los espejos y del morro del coche. El resultado es siempre el mismo: o te subes a la acera, o te quedas tan separado que casi cabría una moto entre tu coche y el bordillo, obligando a los demás coches a invadir el carril contrario para esquivarte. Además, ese método cambia si aparcas un coche pequeño o uno largo. No es lo mismo aparcar un Smart que una berlina familiar. Por eso la gente se lía.
El truco es aparcar usando solo los retrovisores

«Mis alumnos se sorprenden cuando les digo que, para aparcar bien, no necesitan girar la cabeza para nada. De hecho, casi se lo prohíbo», sentencia Manuel. El secreto de su técnica es usar solo los espejos retrovisores. Es un método que no depende del tamaño de tu coche, ni del coche que está aparcado, ni de la anchura de la calle. Funciona siempre porque se basa en referencias relativas, no en ángulos imaginarios.
Este método divide la maniobra en tres fases con tres puntos de detención. «Si te paras en cada punto y haces lo que te digo, es imposible fallar», asegura.
El primer paso es el más importante, y donde muchos ya empiezan a fallar. Debes colocar tu coche en paralelo al coche que ya está aparcado delante de tu hueco. No te pegues demasiado, pero tampoco te alejes. «La referencia fácil es que te pongas a una distancia lateral de medio metro, más o menos. Un truco es pensar que podrías estirar el brazo y casi tocar su retrovisor, pero no del todo», explica Manuel.
Ahora viene la clave del posicionamiento: no tienes que alinear tu espejo con su espejo, ni tu puerta con su puerta. Tienes que alinear la parte trasera de tu coche con la parte trasera del suyo. Si tu coche tiene un maletero largo, alinea tus ruedas traseras con sus ruedas traseras. Si es un coche corto, te vale con alinear tu paragolpes trasero con su paragolpes trasero. «Tómate tu tiempo en esto. Si empiezas mal colocado, acabarás mal», insiste.
Una vez que estás bien colocado, pones la marcha atrás y giras el volante totalmente hacia el lado del bordillo. Si aparcas a la derecha, giras el volante a tope hacia la derecha.
«Olvídate de mirar hacia atrás por encima del hombro», dice Manuel. «Tu única preocupación ahora es tu retrovisor izquierdo«.
Empieza a moverte marcha atrás muy despacio. Sigue mirando ese espejo izquierdo. Tienes que ver el coche que está aparcado detrás de tu hueco. «Debes ir marcha atrás hasta que veas el coche de detrás entero en tu espejo izquierdo. Tienes que ver sus dos faros y su matrícula. Entonces, te detienes».
Este es el primer punto de parada. ¿Por qué funciona esto? «Porque en ese momento», explica Manuel, «la esquina trasera de tu coche ya ha entrado en el hueco, y el morro de tu coche está en el punto exacto para no golpear al coche de delante cuando gires. Es física pura».
Te has detenido. Tienes el volante girado a tope a la derecha y estás viendo el coche de detrás en tu espejo izquierdo. Ahora, el segundo movimiento: pon las ruedas rectas. «Gira el volante una vuelta y media hacia la izquierda, o lo que necesite tu coche para que las ruedas miren al frente».
Con las ruedas rectas, vuelves a dar marcha atrás. Ahora tu atención cambia de espejo. Debes mirar el retrovisor derecho. «Vas marcha atrás recto, y te tienes que fijar en el coche que tienes delante. La referencia es que tu retrovisor derecho sobrepase por completo el culo de ese coche. Es decir, que tu espejo esté ya a la altura del hueco».
Cuando tu espejo derecho haya pasado la esquina trasera del coche de delante, te detienes. Este es el segundo punto de parada. «Al hacer esto, has metido el coche lo suficiente en el hueco como para que el morro libre al coche de delante cuando hagas el último giro».
Ahora viene el remate final. Gira el volante completamente hacia el lado contrario al bordillo.
Pon la marcha atrás de nuevo y muévete muy, muy despacio. Tu atención sigue en el espejo derecho. «Aquí es donde controlas el llantazo», advierte Manuel. «En el espejo derecho verás cómo la parte trasera de tu coche se acerca al bordillo. Como vas muy despacio, puedes controlar perfectamente la distancia».
Muchos coches modernos tienen una función que inclina el espejo derecho hacia abajo al poner la marcha atrás. «Si tu coche lo tiene, úsalo. Verás la rueda trasera y el bordillo perfectamente. Si no lo tienes, bájalo manualmente antes de empezar la maniobra. Tardarás diez segundos, pero te ahorrarás 200 euros de llanta».
Sigue yendo marcha atrás hasta que veas en el espejo que el coche está recto y paralelo a la acera. «El propio espejo te lo dice. Cuando el lateral de tu coche se vea paralelo al bordillo en el espejo, te detienes».
El coche está aparcado. Ahora solo tienes que poner primera, girar el volante para enderezar las ruedas y avanzar un palmo para centrar el coche en el hueco y no molestar ni al de delante ni al de detrás.
¿Qué pasa si el hueco es muy justo?

Este método también funciona en huecos muy apretados. La única diferencia está en la fase 3, la de ir recto hacia atrás. «Si el hueco es muy, muy justo, cuando vas con las ruedas rectas avanzas un poco menos. En lugar de esperar a que tu espejo derecho rebase el coche de delante, lo haces justo cuando esté a la altura».
Esto hará que el coche entre con un ángulo más cerrado, permitiéndote aprovechar esos centímetros extra. «Pero para el 99% de los aparcamientos del día a día, el método de los tres pasos con las referencias de los espejos es infalible».
Manuel concluye con un consejo: «Aparcar bien no es tener suerte, es tener un método. La gente se pone nerviosa porque duda. Mi consejo es que lo practiques un par de veces en una calle tranquila. Cuando veas que funciona a la primera, se te quitará el miedo para siempre».








