La comparación es tan llamativa como provocadora: según un estudio independiente reciente, los Tesla se parecen más a los kleenex de lo que muchos de sus propietarios querrían admitir. Es decir, productos pensados para un uso intensivo durante un tiempo relativamente corto, pero con una vida útil condicionada por factores que van más allá del simple desgaste mecánico. En una industria tradicionalmente obsesionada con la durabilidad, esta afirmación ha levantado ampollas.
El coche eléctrico, y Tesla como su principal estandarte, ha cambiado las reglas del juego en muy poco tiempo. Software, actualizaciones remotas, baterías y electrónica han pasado a ser tan importantes como el motor o el chasis. Pero este nuevo enfoque también abre un debate incómodo: ¿estamos ante vehículos diseñados para durar muchos años o ante productos tecnológicos con fecha de caducidad, muy al estilo de un kleenex?
3Software, actualizaciones y dependencia del fabricante
Otro aspecto clave es la enorme dependencia del software. Tesla ha convertido el coche en un dispositivo conectado, capaz de mejorar —o empeorar— mediante actualizaciones. Esto tiene ventajas evidentes, pero también plantea interrogantes a largo plazo. ¿Qué ocurre cuando un modelo deja de recibir soporte prioritario o cuando su hardware ya no puede ejecutar las nuevas funciones?
El estudio subraya que esta dependencia tecnológica acerca a los Tesla al mundo de la electrónica de consumo, donde los productos se renuevan cada pocos años. Igual que un smartphone antiguo sigue encendiendo, pero queda obsoleto frente a los nuevos, un Tesla puede quedar desfasado sin que exista una solución sencilla para “actualizarlo” completamente.







