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lunes, 27 octubre 2025

Mauro (49), mecánico: «Si notas alguna de estas señales, cambia el embrague antes de que sea tarde»

El embrague es una de las piezas más importantes de un coche. Una avería puede suponer una factura demasiado alta.

Hay un miedo que todo conductor comparte. No es el miedo a una multa de radar, ni siquiera a que te roce el coche un conductor novato en el parking del súper. Es ese ruido, esa sensación que casi no se nota al principio, de que algo en el embrague del coche ha dejado de funcionar como debería. Empiezas a dudar. «¿Soy yo, o el coche antes no hacía esto?». Y justo ahí, en esa duda, es donde empiezan los problemas caros.

El embrague es uno de los componentes estrella en la lista de cosas que la gente ignora hasta que el coche les deja tirados en la carretera.

Mauro, mecánico con 25 años de experiencia y propietario de un taller en un barrio obrero de Madrid, lo tiene claro. «El problema del embrague es que no avisa como los frenos, que chirrían y se enciende un piloto en el salpicadero. El embrague se va muriendo poco a poco. Y la gente se acostumbra».

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El gran olvidado, hasta que falla

embrague
Fuente propia

Imagina el motor como un disco que gira sin parar, y la caja de cambios como otro disco. El embrague es la pieza que va en medio y conecta ambos discos.

Cuando sueltas el pedal, el embrague aprieta y la fuerza del motor pasa a las ruedas. Cuando pisas el pedal, el embrague separa los discos. El motor sigue girando, pero las ruedas quedan libres para que puedas meter otra marcha sin que todo explote.

Por tanto, podemos comparar el embrague a un interruptor de potencia. Y como cualquier pieza que funciona por fricción, se desgasta. El problema es que, para cambiarlo, no basta con quitar una rueda. Hay que desmontar muchas piezas y sacar la caja de cambios, una operación que lleva varias horas de taller. Por eso es caro. Y por eso, más te vale identificar cuándo empieza a fallar.

Las señales que avisan de que el embrague se está gastando

pisar el embrague
Fuente propia

La primera señal, y la más clásica, es que el embrague patina. Lo notarás sobre todo en las marchas largas o cuando le pides esfuerzo al coche, como en un repecho o al incorporarte a una autovía.

Pisas el acelerador. La aguja de las revoluciones (el cuentarrevoluciones) sube de golpe, como si estuvieras en punto muerto: 3.000, 4.000… El motor ruge, pero el coche apenas gana velocidad. Sientes que el coche «se ahoga»..

«Es una sensación muy clara de falta de correspondencia», aclara Mauro. «El motor hace mucho ruido, pero el coche se nota perezoso. Eso es porque la fuerza se está perdiendo en esa fricción inútil. El embrague patina, se calienta y, si insistes, acabará oliendo a quemado».

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Hay una segunda señal más sutil, porque ocurre de forma progresiva. Si un día coges un coche igual que el tuyo y notas que tu pedal está más duro que este, tienes un problema.

El pedal de embrague debe ser suave, progresivo. Si sientes que tienes que hacer fuerza con el gemelo para llegar al fondo, o si su tacto es irregular, algo va mal.

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Aquí no es el disco de fricción lo que falla, sino el mecanismo que lo mueve. Mauro nos lo aclara: «Cuando pisas el pedal, estás moviendo un sistema, ya sea por cable o hidráulico, que empuja un rodamiento, llamado collarín. Ese collarín aprieta un muelle gigante, el diafragma, que es lo que libera el disco».

Si el pedal está duro, suele ser porque ese muelle está fatigado, deformado o ha perdido sus propiedades. También puede ser que el propio collarín se esté empezando a gripar.

«La gente se acostumbra», insiste Mauro. «Piensan ‘es que mi coche es viejo’. No. Es que tu coche tiene una avería«.

Un tercer síntoma es que el coche empiece a oler raro o a hacer ruidos metálicos al cambiar las marchas. Si lo hace, te está gritando que vayas al taller.

Es un olor muy característico. No huele a gasolina, ni a aceite quemado. Huele a ferodo quemado. Es un olor penetrante, como a tostada carbonizada o a plástico recalentado.

Es normal que huela un poco si eres novato y haces patinar el embrague sin querer al aparcar en una cuesta muy empinada. Pero si ese olor aparece en una conducción normal, en un pequeño atasco o al subir un puerto de montaña, significa que el embrague está patinando, pero de forma tan severa que la fricción está quemando y desintegrando el material del disco. Estás lijando el embrague contra el motor.

Cambiar el embrague a tiempo te ahorra miles de euros

cambio embrague
Fuente propia

Un cambio de embrague no es barato. Dependiendo del coche, la factura en un taller de confianza puede ir de los 600 a los 1.200 euros, un desembolso importante.

«Si esperas a que el coche se pare, o a que huela a quemado, o a que rasquen las marchas… ya no vas a cambiar solo el embrague». Dice Mauro.

El gran villano oculto es el volante motor, sobre todo en los coches modernos (sobre todo diésel), que llevan un volante bimasa, una pieza compleja diseñada para filtrar vibraciones. Cuando conduces con el embrague gastado, toda esa tensión, golpes y calor extremo se transmiten directamente al volante bimasa.

Ese volante bimasa puede costar, él solo, tanto o más que el propio kit de embrague. Una reparación que cogida a tiempo costaba 800 euros, ahora cuesta 1.800 o 2.000 euros por haber esperado. Como dice Mauro: «Al coche hay que escucharlo. Es mejor una visita al taller a tiempo que una factura que te quite el sueño».

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