A finales de los años 90, cuando la industria automovilística china apenas daba sus primeros pasos, un veterano modelo español sirvió de punto de partida para una revolución con repercusión global. El Seat Toledo de primera generación, un sedán sobrio y robusto, acabaría siendo, sin pretenderlo, el ‘padre’ del primer Chery y, por extensión, de las marcas Omoda y Jaecoo que hoy inundan los mercados internacionales.
Lo que comenzó como una simple venta de maquinaria y licencias de producción se convirtió en la piedra angular de un imperio automovilístico. El Chery Fulwin (o Chery Cowin) fue el primer coche de la marca china, y su ADN técnico provenía directamente de Martorell. Sin aquel Seat Toledo ‘de palo’, la historia del motor en China —y del propio mercado global actual— habría sido radicalmente distinta.
3De copiar a innovar: la madurez de Chery
En los años siguientes, Chery diversificó su gama y exportó vehículos a mercados emergentes. Al principio, muchos modelos recordaban demasiado a coches occidentales. Pero con el tiempo, la marca comenzó a invertir en I+D, diseño y tecnología propios, estableciendo alianzas con estudios europeos e incluso contratando a diseñadores procedentes de marcas como Land Rover.
Esa evolución supuso un cambio de mentalidad. De ser una marca asociada a la imitación, Chery pasó a liderar la innovación entre los fabricantes chinos. Su apuesta por la electrificación, la conectividad y el diseño emocional la colocó a la vanguardia del nuevo paradigma del automóvil. Sin olvidar que su primer paso hacia la independencia fue gracias a un Seat Toledo de los años 90.








