El 22 de noviembre de 1900, en los talleres de Daimler-Motoren-Gesellschaft (DMG) se ultimaban los detalles de un vehículo que cambiaría para siempre la historia del automóvil. No es una evolución más de los carruajes motorizados que circulan por Europa. Es algo completamente diferente: el primer automóvil moderno. Y lleva un nombre que más de un siglo después sigue resonando: Mercedes. Hoy, 125 años después, ese icónico radiador de panal de abeja que caracterizaba al Mercedes 35 hp sigue siendo el elemento distintivo de la marca.
Una imagen que ha ido evolucionando a lo largo de la historia de la firma alemana de la estrella hasta su última declinación, en el recién presentado Mercedes-Benz GLC eléctrico que reinterpreta ese diseño centenario, cerrando un círculo que conecta la innovación de 1900 con la movilidad del futuro.

La historia del primer Mercedes comienza con un accidente mortal. Durante la Semana de Carreras de Niza en 1900, el piloto Wilhelm Bauer perdió la vida al volante de un Daimler Phoenix 23 hp en la subida a La Turbie. El vehículo competía inscrito bajo el seudónimo «Mercédès», el nombre de la hija mayor de su propietario: Emil Jellinek.
El encargo de Emil Jellinek
Jellinek no era un cliente cualquiera para el fabricante. Se trataba de un empresario austriaco, extraordinariamente bien conectado en los círculos aristocráticos europeos, es el principal valedor de DMG (Daimler-Motoren-Gesellschaft). Un ejemplo de su importancia son los 72 vehículos que encarga y vende entre la alta sociedad del continente en 1900. Pero ese accidente le hace comprender algo crucial: los automóviles de la época habían alcanzado el límite de su diseño. Son demasiado inestables, demasiado lentos para la potencia que desarrollan, demasiado peligrosos.


Es con esa convicción con la que Jellinek acude al ingeniero jefe de DMG, Wilhelm Maybach, con una exigencia clara: necesita un vehículo completamente nuevo, moderno, potente y, sobre todo, seguro. Un automóvil que supere las limitaciones técnicas de todo lo existente. Y Maybach acepta el desafío. El genio de Maybach y su equipo no consiste en mejorar lo existente, sino en reimaginarlo todo desde cero. El Mercedes 35 hp rompe radicalmente con el concepto del «carruaje motorizado» que domina la industria.
Los cambios de este 35 hp hablan por sí solos: centro de gravedad bajo, distancia entre ejes alargada, una vía ensanchada. El resultado es un nivel de estabilidad y seguridad en la conducción nunca visto hasta entonces. Pero las innovaciones van mucho más allá. La columna de dirección inclinada y una caja de cambios con embrague accionado por pedal representan mejoras ergonómicas fundamentales que, más de un siglo después, siguen siendo estándar en cualquier automóvil.
El corazón del vehículo es igualmente revolucionario. Se trata de un motor de cuatro cilindros diseñado por Josef Brauner que desarrolla 25,7 kW (35 CV) con una cilindrada de 5,9 litros a apenas 950 rpm. Son cifras espectaculares para 1900. Pero generar esa potencia plantea un problema crítico: la refrigeración.

El radiador de panal de abeja… otro invento trascendente
Y para este problema, una solución ingeniosa por parte de Maybach que es tan brillante como duradera: el radiador de panal de abeja. Esta estructura, que inicialmente responde a una necesidad puramente técnica –refrigerar eficientemente un motor de alto rendimiento–, se convierte en el elemento estético definitorio de la marca. Desde 1926, cuando nace oficialmente Mercedes-Benz, ese panal hexagonal ocupa la parte frontal de cada vehículo de la estrella de tres puntas.
El Mercedes 35 hp inaugura un concepto que hoy damos por sentado pero que en 1900 resulta novedoso: un mismo vehículo válido para competición y uso diario. Dependiendo del tipo de carrocería, el automóvil puede equiparse como un deportivo puro para competir en carreras o como turismo de prestigio para desplazamientos confortables.


Esta versatilidad responde a la realidad del mercado de la época. Los compradores de automóviles de alta gama –aristócratas, industriales, personalidades– buscan vehículos que les permitan destacar tanto en las competiciones deportivas como en sus apariciones sociales. El Mercedes 35 hp cumple ambas funciones con brillantez.
El primer Mercedes 35 hp se termina de fabricar el 22 de noviembre de 1900, pero no sale inmediatamente hacia su destino. Durante semanas, el vehículo se somete a exhaustivas pruebas y meticulosos ajustes. Este proceso, conocido como «rodaje», resulta fundamental para garantizar la fiabilidad del diseño revolucionario.
Finalmente, un mes después, el 22 de diciembre de 1900, el automóvil se envía a Emil Jellinek en Niza. La verdadera prueba de fuego llega pocos meses después, durante la Semana de Carreras de Niza celebrada del 25 al 29 de marzo de 1901. Los resultados son contundentes: el Mercedes 35 hp domina las competiciones, ganando la carrera Niza-Salon-Niza de 392 kilómetros y la subida a La Turbie, entre otras pruebas.

El éxito es tan rotundo que genera pedidos inmediatos. En 1901, DMG lanza los modelos hermanos Mercedes 12/16 hp y Mercedes 8/11 hp, democratizando parcialmente la tecnología del 35 hp. Un año después, en 1902, llega la gama Mercedes-Simplex, cuyo nombre hace referencia a su manejo «simple» comparado con otros automóviles de la época.
La hija de Jellinek da nombre a un mito
La historia del primer Mercedes está marcada, además, por la ausencia de una de las personas que dio origen a todo: Gottlieb Daimler, cofundador de la empresa que lleva su nombre, quien falleció el 6 de marzo de 1900 a los 65 años. No llega a ver el automóvil que revolucionaría la industria que él ayudó a crear apenas 14 años antes, cuando en 1886 inventó independientemente el motor de combustión aplicado al transporte.
Pero este primer modelo también inicia una historia que sigue hasta nuestros días. La decisión de bautizar el nuevo automóvil como «Mercedes» tiene tanto de estrategia comercial como de sentimiento personal. Mercédès Jellinek, la hija mayor de Emil, presta su nombre primero al seudónimo bajo el cual su padre compite, y posteriormente a toda una línea de vehículos.

El nombre, de resonancias españolas y aristocráticas, resulta comercialmente más atractivo en los mercados internacionales que los apellidos germánicos Daimler o Benz. Además, para Emil Jellinek representa un homenaje familiar que perpetúa el recuerdo de su hija en cada vehículo vendido.
No es la única decisión estratégica que la compañía ese año 1900. Hay otra fundamental para el futuro. DMG adquiere un terreno de 185.000 metros cuadrados en Untertürkheim, que con el tiempo se convertirá en la planta principal de Mercedes-Benz. Esta inversión demuestra la confianza de la empresa en su futuro. No se trata solo de fabricar automóviles experimentales o de lujo para unos pocos privilegiados, sino de establecer las bases de una producción industrial a gran escala. La visión se cumple: más de un siglo después, Untertürkheim sigue siendo uno de los centros productivos clave de Mercedes-Benz.
El Mercedes 35 hp de 1900 no inventó el automóvil –ese mérito corresponde a Benz y Daimler en 1886–, pero sí inventó el automóvil moderno tal como lo conocemos. Y 125 años después, su legado sigue rodando por las carreteras del mundo con una estrella en el frontal.
Imágenes Mercedes 35 hp de 1900
Fotos: Mercedes-Benz


















