A comienzos de los años setenta, General Motors vivía un momento de efervescencia creativa. En pleno auge del diseño automotriz estadounidense, algunos de sus estilistas más talentosos buscaban inspiración más allá de Detroit. Así nació un proyecto tan extravagante como fascinante: un Pontiac con corazón de Ferrari. Su nombre era Pontiac Pegasus, y su historia, envuelta en secreto durante décadas, sigue siendo uno de los experimentos más atrevidos de la industria norteamericana.
Basta con observar los perfiles del Chevrolet Camaro 1970 y el Pontiac Firebird de la misma generación para advertir un cierto aire europeo en sus proporciones: la caída del techo, la zaga recogida, la postura baja y ancha… Detalles que recordaban al Ferrari 250 GT SWB y que demostraban que los diseñadores americanos empezaban a mirar más allá del Atlántico. Pero lo que pocos saben es que esa inspiración no se quedó en la superficie: dentro de GM se gestó un proyecto en el que la “F” de la plataforma hacía referencia a la marca de Maranello.
El origen de esta historia se remonta a Jerry Palmer, un joven diseñador de Chevrolet que, en sus bocetos iniciales para el nuevo Camaro, propuso líneas más elegantes y fluidas, alejadas del lenguaje agresivo habitual. El jefe de diseño de GM, Bill Mitchell, uno de los grandes genios del diseño automotriz estadounidense, quedó fascinado con aquellas formas y decidió reinterpretarlas para el Firebird, el modelo de Pontiac que debía representar la faceta más deportiva del grupo.
Mitchell no solo tomó las ideas: las llevó a su máxima expresión. El resultado fue un cupé rojo brillante con una silueta que parecía salida de un taller italiano, más propio de un carrocero de Milán que de un estudio de Detroit. Lo bautizaron Pegasus en alusión al caballo alado de la mitología griega, un guiño directo al Cavallino Rampante de Ferrari.
Pero el Pontiac Pegasus no era solo un ejercicio de diseño. Mitchell quería que su creación tuviera también un corazón digno de Maranello. Así que bajo su largo capó se instaló nada menos que un V12 Ferrari de 4.4 litros procedente de un 365 GTB/4 Daytona, un motor de 347 CV que había sido (según la leyenda) cedido por la propia Ferrari. Para alojarlo, los ingenieros de GM desplazaron el cortafuegos unos 23 centímetros hacia atrás, modificando profundamente la estructura del coche.

El Pontiac Pegasus fue un resto para los ingenieros
El experimento no fue sencillo. Inicialmente se intentó acoplar el V12 a una transmisión automática de tres velocidades de GM, una combinación poco afortunada para un propulsor diseñado para girar alto y trabajar con una caja manual de cinco marchas. Más tarde, el Pegasus recibiría un motor Ferrari 365 GTC/4 junto con su transmisión original, lo que transformó su carácter y lo acercó aún más al comportamiento de un auténtico GT italiano.
Estéticamente, el Pontiac Pegasus anticipó varias tendencias del diseño estadounidense de los años setenta. Su frontal, inspirado en el Ferrari 250 Testa Rossa, incorporaba una parrilla dividida que acabaría filtrándose a los Firebird de producción de 1974. Las llantas Borrani de radios con tuerca central, auténticas y no imitaciones cromadas, reforzaban su aire europeo. Incluso los frenos de disco traseros, inexistentes en los F-body de serie, provenían del Corvette.
La luneta trasera envolvente, que mejoraba la visibilidad y aportaba ligereza visual, aparecería también en el Firebird de 1975, mientras que la estilizada cola del Pontiac Pegasus serviría de referencia para modelos Pontiac posteriores como el Grand Am o el Le Mans. En el interior, Mitchell reemplazó el plástico y la imitación de madera por cuero de primera calidad y relojes de inspiración Ferrari, creando una atmósfera más propia de un gran turismo que de un pony car.

A lo largo de su vida, el Pegasus sufrió varios accidentes, ambos con Mitchell al volante, y algunas modificaciones cosméticas. Se eliminaron las franjas doradas originales y se reparó el frontal, pero su esencia se mantuvo. Tras la jubilación de Mitchell en 1977, el prototipo permaneció en su poder hasta su muerte en 1988. Hoy, el Pegasus forma parte de la Colección Histórica de General Motors, conservado como testimonio de una época en la que la experimentación y la pasión por el diseño aún podían dar lugar a proyectos tan improbables como fascinantes.
Más allá de su rareza, el Pegasus simboliza una idea poderosa: el intercambio cultural en el diseño automotriz. Mitchell entendía que la elegancia europea y la audacia americana no eran excluyentes, y que de su fusión podía surgir algo nuevo. Esa visión se reflejaría en muchos de los modelos de GM durante la década de los setenta, y en cierto modo anticipó la globalización estilística que hoy domina la industria.
Es difícil imaginar a un jefe de diseño actual (pongamos, Todd Willing, de Ford) ordenando la construcción de un Mustang S650 con motor Ferrari 12Cilindri solo porque “le parecía una idea genial”. Pero en los años setenta, en los pasillos de GM, eso no solo fue posible: ocurrió. Y el resultado, un Firebird con alma italiana, sigue siendo uno de los experimentos más románticos y audaces en la historia del automóvil estadounidense.









