Con la llegada del frío, las lluvias intensas y las primeras heladas, conducir se convierte en un auténtico reto. Las carreteras cambian su comportamiento, el agarre se reduce y los imprevistos aumentan. Por eso, los neumáticos —ese elemento muchas veces olvidado— pasan a tener un papel protagonista. Montar los neumáticos adecuados no solo mejora el rendimiento del coche, sino que también puede marcar la diferencia entre evitar o sufrir un accidente.
En España, aunque todavía no son obligatorios en todo el territorio, los neumáticos de invierno son cada vez más recomendados, sobre todo en las zonas del norte, centro y de montaña. Saber cuándo ponerlos, cómo funcionan y qué ventajas ofrecen frente a los convencionales es esencial para circular con seguridad durante los meses fríos.
1Neumáticos de invierno: qué son y por qué son diferentes
A diferencia de los neumáticos de verano, los de invierno utilizan una mezcla de caucho más blando que no se endurece con el frío. Este detalle técnico permite que mantengan su elasticidad incluso en temperaturas bajo cero, garantizando que la superficie del neumático siga en contacto con el asfalto. Además, sus canales más profundos y laminillas adicionales ayudan a evacuar el agua y la nieve con mayor eficacia, evitando el temido aquaplaning.
En otras palabras, cuando el termómetro baja y el pavimento se vuelve resbaladizo, estos neumáticos son los que aseguran que el coche responda de forma predecible. No son solo para circular por nieve o hielo, sino para cualquier superficie fría o húmeda.








