Luces de colores, mesas llenas de comida, brindis que se alargan más de la cuenta y carreteras que no entienden de celebraciones. En Cantabria, como en toda España, la Navidad transforma el ambiente, pero no las normas de circulación. Mientras el espíritu festivo se apodera de calles y restaurantes, el asfalto sigue siendo implacable con los errores. Especialmente cuando el alcohol entra en escena y alguien cree que «no pasa nada» por ponerse al volante.
Viajar a Cantabria durante las fiestas navideñas se convierten en un pequeño examen de responsabilidad: los datos sitúan a esta comunidad en lo más alto del ranking de conductores que reconocen conducir tras beber alcohol. Un cóctel peligroso que explica por qué, estas Navidades, las probabilidades de regresar a casa con una multa por alcoholemia son más altas de lo que muchos imaginan.
3La falsa percepción de normalidad al volante
Un aspecto preocupante que reflejan los estudios es la percepción que tienen muchos conductores sobre su propio estado tras beber. Casi seis de cada diez que utilizaron su vehículo después de consumir alcohol aseguran que no percibieron peligro añadido y que su conducción fue «totalmente normal». Una afirmación que choca frontalmente con la realidad y los datos de siniestralidad.
El alcohol afecta a los reflejos, la capacidad de reacción y la toma de decisiones, incluso en cantidades pequeñas. En carreteras como las de Cantabria, con trazados sinuosos, climatología cambiante y abundancia de tráfico local, cualquier merma en la atención puede resultar fatal. La sensación de control no es más que una trampa peligrosa.








