Hoy en día, millones de conductores confían ciegamente en las aplicaciones de navegación para llegar a su destino. Google Maps y Waze se han convertido en copilotos virtuales indispensables: marcan la ruta más rápida, avisan de atascos, accidentes y hasta radares. Tal es su popularidad, que muchos usuarios se limitan a seguir sus indicaciones sin cuestionarlas… aun a riesgo de multas.
Porque sí, la dependencia tecnológica puede tener un coste inesperado. Y no hablamos solo de perderse en una zona sin cobertura o de que la app nos lleve por un camino estrecho e impracticable. Cambios recientes en carreteras, límites de velocidad no actualizados y falta de señalización han demostrado que confiar demasiado en el GPS puede acabar en sanciones.
6La carretera manda, no el GPS

La historia del condado de Laois es solo un ejemplo, pero ilustra a la perfección un problema global: confiar ciegamente en la tecnología puede salir caro. Las aplicaciones de navegación son aliadas imprescindibles, pero no sustituyen a la observación directa ni al criterio del conductor.
Conviene no olvidar que el volante lo llevamos nosotros y la responsabilidad también. Google Maps y Waze pueden guiarnos hasta la puerta del supermercado o en un viaje de cientos de kilómetros, pero solo prestando atención a las señales podremos evitar multas inesperadas y, lo más importante, circular de forma segura.