Hoy en día, millones de conductores confían ciegamente en las aplicaciones de navegación para llegar a su destino. Google Maps y Waze se han convertido en copilotos virtuales indispensables: marcan la ruta más rápida, avisan de atascos, accidentes y hasta radares. Tal es su popularidad, que muchos usuarios se limitan a seguir sus indicaciones sin cuestionarlas… aun a riesgo de multas.
Porque sí, la dependencia tecnológica puede tener un coste inesperado. Y no hablamos solo de perderse en una zona sin cobertura o de que la app nos lleve por un camino estrecho e impracticable. Cambios recientes en carreteras, límites de velocidad no actualizados y falta de señalización han demostrado que confiar demasiado en el GPS puede acabar en sanciones.
4El falso escudo contra las multas

Muchos conductores creen que, al llevar el navegador activo, están ‘protegidos’ frente a posibles sanciones. Las apps muestran la velocidad máxima permitida, avisan de radares fijos e incluso resaltan en rojo cuando se sobrepasa el límite. Esa sensación de acompañamiento tecnológico crea una confianza excesiva, que puede convertirse en un error costoso.
El problema es que, si la información no está actualizada, el conductor puede circular más rápido de lo permitido sin darse cuenta. Y, en caso de recibir multas, alegar que la aplicación marcaba otra velocidad no sirve como excusa. Para la ley, lo que importa es la señal de tráfico, no lo que indique el navegador.