Hoy en día, millones de conductores confían ciegamente en las aplicaciones de navegación para llegar a su destino. Google Maps y Waze se han convertido en copilotos virtuales indispensables: marcan la ruta más rápida, avisan de atascos, accidentes y hasta radares. Tal es su popularidad, que muchos usuarios se limitan a seguir sus indicaciones sin cuestionarlas… aun a riesgo de multas.
Porque sí, la dependencia tecnológica puede tener un coste inesperado. Y no hablamos solo de perderse en una zona sin cobertura o de que la app nos lleve por un camino estrecho e impracticable. Cambios recientes en carreteras, límites de velocidad no actualizados y falta de señalización han demostrado que confiar demasiado en el GPS puede acabar en sanciones.
3La tecnología no es infalible

Google y Waze se nutren de una base de datos gigantesca que, pese a sus constantes actualizaciones, no se corrige en tiempo real. Para que una modificación aparezca reflejada, alguien debe reportar el error y la empresa tiene que validar y procesar el cambio, lo que puede tardar semanas. En ese lapso, la aplicación sigue mostrando información incorrecta que puede inducir al conductor a error.
Este desfase es más común de lo que pensamos, sobre todo en carreteras secundarias o rurales. Aunque los usuarios urbanos disfrutan de datos casi inmediatos sobre atascos y cierres de calles, en zonas menos transitadas la realidad puede tardar mucho más en alcanzar la pantalla del smartphone. Y es ahí donde las multas hacen acto de presencia.