Hoy en día, millones de conductores confían ciegamente en las aplicaciones de navegación para llegar a su destino. Google Maps y Waze se han convertido en copilotos virtuales indispensables: marcan la ruta más rápida, avisan de atascos, accidentes y hasta radares. Tal es su popularidad, que muchos usuarios se limitan a seguir sus indicaciones sin cuestionarlas… aun a riesgo de multas.
Porque sí, la dependencia tecnológica puede tener un coste inesperado. Y no hablamos solo de perderse en una zona sin cobertura o de que la app nos lleve por un camino estrecho e impracticable. Cambios recientes en carreteras, límites de velocidad no actualizados y falta de señalización han demostrado que confiar demasiado en el GPS puede acabar en sanciones.
2La señal siempre manda, aunque no esté clara

Este episodio irlandés también evidenció otro problema: la falta de señalización visible. En algunos tramos apenas había carteles que advirtieran del nuevo límite, lo que aumentó la confusión. Si a esto se suma la información desfasada de las apps, el cóctel para las multas estaba servido.
Las autoridades locales reconocieron la situación y pidieron reforzar la instalación de señales para evitar más sanciones injustas. En carretera, es importante recordar que lo que vale es la señal física. Ni Google Maps ni Waze tienen la última palabra. La prioridad legal siempre corresponde a la señalización oficial y, en su ausencia, a las indicaciones de los agentes de tráfico.