Para muchos, pasar la ITV es un trámite sin más. Para otros, un auténtico examen que genera sudores fríos. ¿Estará todo bien? ¿Habré revisado ese ruidito? ¿Y si me tiran por una tontería?
Nos hemos colado en una estación de inspección para hablar con José, un técnico con varios años de experiencia, y le preguntamos dónde se centra la gente y dónde debería centrarse de verdad.
«La gente se obsesiona con los frenos, con que no les vean un arañazo o con el dibujo de las ruedas», cuenta. «Y es importante, claro. Pero la realidad es que casi la mitad de los suspensos vienen de dos apartados muy concretos que la gente pasa por alto. Son los dos grandes asesinos de la ITV».
El check-list mental que te suspende antes de entrar

José es claro: «No estamos aquí para cazar a nadie ni para cumplir un cupo de suspensos. Nuestro trabajo es asegurarnos de que ese coche puede circular un año más sin ser un peligro para ti ni para los demás».
«Un conductor puede venir convencido de que su coche está impecable porque le ha cambiado el aceite y las pastillas de freno», explica José, «pero se olvida de lo más básico. Y es ahí donde caen».
El problema es que estos dos fallos principales, que juntos suman más del 44% de todos los rechazos graves en España según los últimos datos de la asociación AECA-ITV, son cosas que o bien no revisamos, o bien no sabemos cómo revisar.
El primer gran motivo de rechazo: No te ven

Parece una obviedad, pero el 22,6% de los fallos graves se deben al alumbrado y la señalización.
«Te quedarías alucinado de la cantidad de gente que suspendemos por una simple bombilla», dice José. «Pero es que una bombilla no es una tontería. Si no te funciona una luz de freno, el de atrás se come tu maletero. Si no te va un intermitente, provocas un accidente en una rotonda. Y si no te va una luz de cruce… bueno, es que simplemente no ves por dónde vas».
Pero el mayor problema, sobre todo en coches que ya tienen unos años, no es que la bombilla esté fundida, sino que no alumbra. «Los faros modernos son de policarbonato», señala José. «Con el sol y el tiempo, se vuelven opacos. La luz de la bombilla no puede atravesar ese plástico quemado. El resultado es que el coche no alumbra. El conductor se ha acostumbrado a ver poco, pero es un peligro».
Y luego está el reglaje. «Mucha gente cambia una bombilla en casa y monta el faro mal, o se desajustan con los baches. Vienen con un faro apuntando a la luna y el otro al suelo. Deslumbrar a los demás es un defecto grave. Usamos la máquina, y si está fuera de los márgenes, es un suspenso».
El segundo suspenso sale por el tubo de escape

El segundo puesto en este podio, pisándole los talones al alumbrado con un 21,5% de los rechazos, es el apartado de emisiones contaminantes. Tu coche puede sonar perfecto y tener un aspecto impecable, pero si contamina más de la cuenta, no pasa.
«Este es el fallo que más frustra a la gente», confiesa José, «porque no es algo que puedan ver. Nosotros metemos la sonda en el escape y la máquina nos da el veredicto. Si el número es rojo, es desfavorable. No hay más».
Y hay un fallo automático que mucha gente ignora. «Si vienes a la estación con la luz amarilla de Fallo Motor encendida en el cuadro, es un defecto grave. Ni siquiera te hacemos la prueba de gases. Esa luz indica un fallo en la gestión del motor o en el sistema anticontaminación, así que es un desfavorable directo».
Viendo que estos dos problemas suman casi la mitad de los suspensos, la solución parece más sencilla de lo que pensamos. No se trata de llevar el coche al taller a hacerle una revisión carísima, sino de usar el sentido común.
«El día que vengas a la ITV, coge el coche media hora antes. Sal a la autovía y llévalo a unas 3.000 revoluciones de forma sostenida durante unos 15 o 20 minutos. Que el motor se caliente bien, que el escape coja temperatura y que elimine toda la carbonilla acumulada por ir despacio en ciudad. Vente directo a la línea de inspección con el motor caliente. La diferencia en la prueba de gases puede ser brutal».
Estos dos simples gestos, revisar las luces y calentar bien el motor, eliminan de un plumazo los dos principales motivos de rechazo. El resto de fallos comunes, como los neumáticos o los frenos, también son importantes, pero no tan frecuentes como esos dos.








