Fernando lleva más de tres décadas con las manos manchadas de grasa. Tiene 52 años, es mecánico desde que salió del instituto y ha visto pasar por su taller miles de coches de todo tipo: nuevos, viejos, baratos, premium, diésel, gasolina, híbridos y, más recientemente, eléctricos. Su diagnóstico es tan directo como inquietante: muchos de los problemas que ve a diario tienen un origen común y evitable.
Apoyado en un surtidor de gas cercano a su taller, Fernando lanza una frase que hiela la sangre a cualquier conductor: «Más del 50% de los coches que se han llenado aquí se han roto… o se van a romper». Y no es una exageración gratuita. Sus palabras encajan con los últimos estudios sobre averías graves en España y ayudan a entender por qué el parque automovilístico español sigue siendo una bomba de relojería.
1Los coches a gas y diésel, en el punto de mira
Los datos respaldan la experiencia de Fernando. Un estudio reciente de Carly, plataforma especializada en diagnóstico automotriz, ha analizado más de 365.000 coches en España para conocer qué tipo de combustible está más asociado a averías graves. El resultado es claro: los vehículos a gas lideran el ranking con un 49,8% de fallos críticos, seguidos muy de cerca por los diésel, con un 46,5%.
“No es casualidad”, explica el mecánico. “Muchos coches a gas son transformaciones posteriores, no siempre bien hechas, y los diésel que entran aquí suelen tener muchos años y muchos kilómetros”. Ambos factores aumentan exponencialmente el riesgo de roturas importantes: culatas, sistemas de inyección, turbos o válvulas EGR. Reparaciones caras que, en muchos casos, superan el valor real del coche.







