Cada diciembre, la escena se repite. Termina la comida entre amigos, alguien propone «la última» y, antes de darte cuenta, ya estás comentando que «total, con un café se me pasa». Pero cuando llega la hora de volver a casa y aparece la sombra del control de alcoholemia, empiezan los nervios… y las supuestas soluciones milagrosas que, según dicen, pueden engañar al etilómetro.
Sentimos decepcionarte: ninguna de esas tretas funciona. Ni granos de café, ni enjuagues mentolados, ni chicles superpotentes, ni trucos más extremos como provocar el vómito. El alcohol que has consumido no desaparece de tu sangre por arte de magia. En este artículo, desmontamos una por una las leyendas urbanas más extendidas sobre cómo librarte de un control de alcoholemia.
5¿Quieres bajar la alcoholemia? Dale tiempo
Hay cientos de trucos circulando por ahí, pero todos ignoran una verdad fundamental: el organismo tiene su propio ritmo para metabolizar el alcohol. Y ese ritmo no se acelera con café, frío, ejercicio, agua ni ningún remedio casero. Depende de tu hígado y su capacidad para procesar etanol a un ritmo aproximado de 0,10-0,15 g/L por hora, según el peso, género, alimentación reciente y otros factores individuales.
Si has bebido más de la cuenta, solo el tiempo puede hacer que vuelvas a un estado seguro para conducir. Y aun así, los efectos residuales se pueden prolongar: cansancio, somnolencia o pérdida de reflejos pueden continuar, aunque la cifra marcada por el etilómetro ya haya bajado. Lo responsable es mirar no solo el número, sino tu estado real. El alcohol tarda mucho más en desaparecer de lo que a veces pensamos.








