Cada diciembre, la escena se repite. Termina la comida entre amigos, alguien propone «la última» y, antes de darte cuenta, ya estás comentando que «total, con un café se me pasa». Pero cuando llega la hora de volver a casa y aparece la sombra del control de alcoholemia, empiezan los nervios… y las supuestas soluciones milagrosas que, según dicen, pueden engañar al etilómetro.
Sentimos decepcionarte: ninguna de esas tretas funciona. Ni granos de café, ni enjuagues mentolados, ni chicles superpotentes, ni trucos más extremos como provocar el vómito. El alcohol que has consumido no desaparece de tu sangre por arte de magia. En este artículo, desmontamos una por una las leyendas urbanas más extendidas sobre cómo librarte de un control de alcoholemia.
2Mucho cuidado con los sprays bucales y enjuagues
Otro clásico de las comidas largas y las noches de fiesta es el spray bucal. «Si huelo a menta, no me pillan», creen algunos. El problema es que muchos de estos productos contienen alcohol en su composición. Es decir, que lejos de ayudarte, pueden aumentar la concentración de alcohol, generando una lectura más alta. Un auténtico tiro en el pie.
Aunque los agentes suelen esperar unos minutos si detectan restos de sustancias volátiles en la boca, el resultado final seguirá siendo el mismo: tu nivel real de alcoholemia. Y si tu tasa supera el límite legal, ninguna nube mentolada te va a librar de la sanción. No hay excusas ni atajos: el alcohol ingerido seguirá circulando por tu cuerpo hasta que el organismo lo metabolice por completo.







