Llegas a tu coche, te sientas, introduces la llave en el contacto o pulsas el botón para arrancar, y el motor se pone en marcha. Pero en esa secuencia de gestos hay un detalle que marca la diferencia. Un movimiento que, para muchos, pasa desapercibido, pero que para expertos como Marc, un profesor de autoescuela con décadas de experiencia, es la línea que separa a un conductor del montón de uno muy muy bueno.
“Puedes tener el carnet desde hace décadas y miles de kilómetros a tus espaldas, pero si no haces esto, estás acortando la vida de tu coche sin darte cuenta”. Puede que lo hagas por costumbre o que sea un paso que omites por completo.
El pequeño gesto que alarga la vida de tu coche

Pisar el embrague al arrancar no es una simple manía de conductores veteranos o una recomendación sin fundamento. Es un consejo con una base mecánica sólida, pensado para proteger algunos de los componentes más vitales y costosos de tu vehículo. Los beneficios se dividen en dos grandes áreas: la seguridad y la salud de la mecánica.
¿Alguna vez has arrancado el coche y has sentido un tirón brusco y violento? Eso ocurre porque dejaste una marcha engranada. Si en ese momento no estás pisando el embrague, el coche intentará moverse de golpe, pudiendo provocar una pequeña colisión si estás aparcado muy justo o, en el peor de los casos, un susto si hay un obstáculo o una persona cerca. Al pisar el embrague, desconectas la transmisión del motor, por lo que, aunque haya una marcha puesta, el coche no se moverá ni un centímetro al arrancar. Es una medida de seguridad que te salvará de más de un susto.
Pero hay una razón todavía mayor: la protección de la mecánica interna. Arrancar el motor es uno de los momentos más exigentes para varios componentes. Al pisar el embrague, les estás haciendo el trabajo mucho más fácil. Sobre todo estás mimando dos piezas clave: el motor de arranque y la batería.
Lo que pasa dentro de tu coche cuando giras la llave

Cuando arrancas el coche, pones en marcha una cadena de acontecimientos. En ella participan elementos como el motor, la caja de cambios y el embrague. Sin embargo, en el momento de arrancar hay otra pieza que funciona solo unos segundos: el motor de arranque.
Para empezar a funcionar, el motor necesita un empujón inicial que inicie su ciclo de combustión. De eso se encarga el motor de arranque, un motor eléctrico, pequeño pero potente, cuya única misión es dar ese primer impulso. Al girar la llave, este motor eléctrico se acopla al volante de inercia, que está conectado al motor principal. El motor de arranque gira con fuerza, obliga al volante de inercia a moverse y, con él, a todo el motor de combustión. Una vez que el motor principal empieza a funcionar por su cuenta, el motor de arranque se desacopla y se retira hasta la próxima vez.
¿Y de dónde saca la energía el motor de arranque para realizar esa tarea? De la batería. Arrancar es, con diferencia, el momento de mayor consumo eléctrico de todo el coche. La batería tiene que entregar una cantidad de energía enorme en un instante para que el motor de arranque tenga fuerza suficiente. Una vez que el coche está en marcha, el alternador se encarga de recargar la batería para que esté lista para el próximo arranque.
Pisar el embrague lo cambia todo

Si no pisas el embrague al arrancar, incluso con el coche en punto muerto, el motor de arranque no solo tiene que mover el motor de combustión, sino que también se ve obligado a arrastrar parte del interior de la caja de cambios. Aunque no haya ninguna marcha metida, estos componentes siguen conectados al motor y giran junto a él.
Esto supone un trabajo extra innecesario para el motor de arranque y, por consiguiente, un mayor consumo de energía de la batería. Le estás pidiendo que levante más peso del estrictamente necesario.
Cuando el coche ha estado parado toda la noche, y más aún con bajas temperaturas, la valvulina de la caja de cambios se vuelve muy espesa, casi como la miel. Si no pisas el embrague, el motor de arranque no solo tiene que arrastrar las piezas metálicas de la caja de cambios, sino que además tiene que hacerlo moviéndolas a través de ese aceite frío y denso.
Al pisar el embrague, desconectas la caja de cambios del motor, liberando al motor de arranque de esa carga adicional. Solo tendrá que mover el motor, una tarea para la que está diseñado, sin arrastrar lastres innecesarios.
Arrancar sin pisar el embrague es una tortura para tu mecánica que acabará pasando factura. El motor de arranque sufrirá un desgaste prematuro y su vida útil se reducirá mucho. Un día, sin previo aviso, girarás la llave y solo escucharás un «clic». La pieza habrá dicho basta.
La batería también sufre. Al tener que entregar picos de energía más altos para vencer esa resistencia extra, su capacidad se degrada más rápido. Notarás que los días de frío le cuesta más arrancar, hasta que se agote antes de tiempo.
Cambiar una batería convencional puede costar desde 50 euros en adelante, pero si tu coche tiene sistema Start-Stop, la cifra se dispara. La reparación del motor de arranque es aún más cara. Dependiendo del modelo, la pieza y la mano de obra pueden suponer un desembolso que, de media, ronda los 100 euros, pero que puede superar sin problemas los 300 euros. Todo por no realizar un gesto que no cuesta absolutamente nada.
Pisar el embrague antes de arrancar es mucho más que una costumbre. Es un gesto de inteligencia, de respeto por la mecánica y de ahorro. Un pequeño movimiento que te convierte en un conductor más cuidadoso. La próxima vez que te sientes al volante, recuerda: tu pie izquierdo tiene la llave para una vida más larga y feliz para tu motor.








