Cada vez que sube el precio de la gasolina, muchos conductores buscan culpables: el tráfico, el aire acondicionado, los neumáticos, el tipo de conducción… Sin embargo, hay un elemento clave en el rendimiento del motor que casi todos pasan por alto: el filtro del aire. Este componente, sencillo y barato, puede marcar la diferencia entre un coche que consume lo justo y otro que gasta hasta un litro más por cada 100 kilómetros.
Aunque suele esconderse bajo el capó y apenas recibe atención, el filtro del aire cumple una función vital: garantiza que el motor respire adecuadamente. Con el tiempo, la suciedad, el polvo o el polen van obstruyendo su estructura, haciendo que el motor trabaje forzado y consuma más combustible para mantener la misma potencia. Por eso, muchos talleres lo llaman “el filtro olvidado”, y no sin razón.
3Cada cuánto hay que cambiarlo (y por qué no vale cualquier filtro)
Los fabricantes suelen recomendar sustituir el filtro del aire cada 15.000 o 20.000 kilómetros, aunque esta cifra depende del entorno y del tipo de conducción. Si circulas habitualmente por zonas con polvo, caminos rurales o tráfico intenso, el filtro puede necesitar cambio antes.
No todos los filtros son iguales. Los más baratos suelen estar fabricados con materiales de baja calidad que filtran peor y se saturan antes. Optar por un filtro original o de marcas reconocidas es una inversión mínima —rondan entre 15 y 30 euros— que evita averías mucho más costosas. Además, un filtro nuevo mejora la respuesta del acelerador y reduce el consumo de gasolina de forma inmediata.








